18.12.10

Por un ojete de la cara

La capacidad de asombro del ser humano no tiene límites, y en Tailandia más.

Tailandia es un país proclive a las historias raras, más que raras, surrealistas. Los acaecimientos aquí tienen un carácter particular, en la mayoría de casos, propio de novela de bajos fondos. Vivir en este país le brinda a uno la oportunidad de ser el receptor, cuando no el protagonista, de relatos que bien podrían pasar a engordar la biblioteca de las leyendas urbanas, si no fuera porque uno las obtiene de primera mano.

salon_hadyai

Hace cosa de un par de semanas, recibía en mi domicilio a horas intempestivas, sobre las ocho de la mañana, una llamada de un joven español muy alterado. Uno, a esas horas no es persona, y yo menos. Por una extraña casualidad coincidió con ese día al año que me olvido de desconectar el aparato telefónico.
De repente, en escasos segundos, pasaron por mi martillo, yunque y estribo, las palabras: atraco, travesti, Iphone, habitación, sexo, enfermedades, policía, etc. Todavía no había acertado a abrir los ojos cuando mi cerebro se veía obligado a procesar todo ese monto de información. El joven tenía bastante premura en que diera respuesta a sus inquietudes del momento que no le dejaban conciliar el sueño e impedían que el mío prosiguiera en quietud. Sólo recuerdo de aquellos terribles momentos (terribles porque estar despierto a esas horas es terrible para mí, no por otra cosa) haber pronunciado las palabras: sí, pon la denuncia. Y a dormir toca.

Pero vayamos al principio de la historia para tener un mejor entendimiento de estos sucesos de tinte novelesco.
El mismo día en que llegué a Tailandia, procedente de España, cuando todavía no había llegado a mi dulce hogar, estando en el taxi que me traía del aeropuerto, recibí una llamada de un advenedizo español que acababa prácticamente de tomar contacto con la noche bangkokiana. Por la hora, sus atropelladas palabras, y su desmesurada excitación, no me costó mucho llegar a la conclusión de que la tasa de alcohol en sangre era más que notable. La frase: “Llevo dos días aquí y todavía noche follado”, fue determinante para que pusiera fin a la conversación, convocando a mi interlocutor a una próxima reunión dado que un caso como este requiere de un estudio llevado a cabo con más calma y sin la premura del momento.
Pasados un par de días, uno de los jóvenes españoles se volvió a poner en contacto conmigo. Quedamos en vernos en mi oficina nocturna, la que abro de las 21 a las 01 horas. No fue difícil entablar conversación. Generalmente, el que viaja suele ser bastante abierto, y es receptivo ante cualquier sugerencia. Les lleve a efectuar el tour exprés por Soi Cowboy, una visita para efectuar una primera toma de contacto con la noche siamesa de bombillas rojas. Con una ascensión por la calle Sukhumvit con las debidas explicaciones detalladas sobre la fauna autóctona y sus costumbres, así como las actitudes a evitar iban jalonando nuestro o periplo nocturno. Unos jóvenes sanos y divertidos, dispuestos a conocer más a fondo la idiosincrasia tailandesa, alguno más que otro. La parada final, y lugar para las últimas reflexiones, es el soi 13. Desde las incomodas sillas de plástico y las siempre inestables mesas de camping observamos cómo se transforma el hombre de noche en latitudes tropicales, y lanzamos al aire una pregunta que será recurrente en el futuro, y determinante en todo este rocambolesco vodevil: ¿Cómo puede irse un hombre con un travesti aduciendo el desconocimiento del sexo real del individuo?

kathaoey

La fama de los travestidos y transexuales tailandeses les precede. La feminidad más pronunciada y predominante en los individuos de raza asiática, da como resultado unos individuos que en determinada circunstancias son difíciles de ubicar en el amplio panorama de la sexualidad moderna.
Pero volvamos con nuestros aventureros de la noche oriental. Al día siguiente de nuestro encuentro se marchaban a gozar de las playas de fina y blanca arena de las playas del sur del país. Me despedí de ellos y confié en que tuvieran en consideración los consejos que les había dado. Lejos de mí está el ánimo de ser ningún gurú, pero mis años y continuos tropezones por estas tierras, me han dado algo de autoridad a la hora de pronunciarme sobre diversos aspectos de estas tierras y sus pobladores.

A los pocos días recibía la llamada que encabeza este relato, una llamada que, según mi interlocutor, iba a tener continuidad. Sin embargo, pasaron las horas, los días, y todo iba a quedar como un recuerdo más, si no hubiera sido por una de esas casualidades de la vida que quiso que de forma totalmente fortuita me encontrara en el Skytrain con uno de los jóvenes protagonistas indirectos de estas páginas. Quedamos para la noche, quiero saberlo todo, esto es Salvame de Luxe versión thai, me interesan sobremanera los detalles más escabrosos, soy el Jorge Javier de las noches bangkokianas. Espero a la hora convenida para que al calor de un Black Label, me sean explicadas las historias más desternillantes y/o estremecedoras oídas por hombre alguno.
Llegado el momento, la primera frase es demoledora, un perfecto gancho para que el telespectador se quede pegado a la pantalla: “La culpa de todo la tiene el Barca.” Necesito un trago largo. ¿Que pinta el Barca en toda esta historia de travestis y ladrones?
Recordemos que por esas fechas, el Real Madrid sufrió una derrota humillante ante el equipo barcelonés. Nuestro protagonista involuntario es culé hasta la médula, y todo lo que no hizo en 10 días, quería hacerlo en una noche para celebrar la sonada victoria de su equipo del alma, dejando al margen su fidelidad amorosa proclamada a los cuatro vientos y su repulsa por el mundo de la prostitución. Esos son los efectos secundarios del futbol, consigue que el hombre reniegue de sus principios más elementales, aunque todo tiene un límite, o debería tenerlo, a mi entender.
¿Podríamos hablar de un culé “enculé”? No nos precipitemos. Según palabras del hincha, su alegría era tan grande en esa noche que tenía que ir a celebrarlo como fuera, y afirmaba que iba a petar el pueblo turístico, aunque nos tememos que lo que petó fue otra cosa, pero no adelantemos acontecimientos.
Avanzada la noche, el alcohol fluía como el Ebro por Zaragoza. ¡Cuántas mujeres, cuánto jolgorio! Menuda dicha la suya. Esa noche la iba a recordar por siempre jamás, pero no de color rosa ni azulgrana.

Su relato, recogido por dos personas distantes en tiempo y espacio, su acompañante y el que esto escribe, adolece de grandes lagunas temporales que impiden determinar la sucesión exacta de los acontecimientos, y establecer la certitud total de las afirmaciones. Siguiendo las palabras de la “víctima”, pasamos repentinamente de un decorado de luces de neón a la oscuridad de una lúgubre habitación de hotel en la que se encuentran un seguidor azulgrana y una mujer con una extensión natural entre las piernas. El sujeto, llamémosle hombre, llamémosle mujer, para el caso es el mismo, tiene entre sus manos el Iphone del joven catalán. Según dice, lo devolvería a cambio de un rescate de 10.000 bahts. Suponemos que el aparato (el Iphone quiero decir) no tenía instalada la aplicación para evitar ser secuestrado. Al no contar con esa cantidad en metálico, el travesti conmina a su víctima a acudir al cajero más próximo y retirar dicha cantidad. Desconcertado, el joven coge su tarjeta y sigue las ‘ordenes del trípode. Regresa a la habitación y le hace entrega de la cantidad exigida, marchándose a continuación, sin más.
Es entonces cuando recibo la llamada en la que, más que alterado, me pregunta si debía denunciar el caso o no, dado que la noche en que estuvo en Bangkok, le señalé que nadie podía denunciar a una prostituta por el simple hecho de que se estaría auto inculpando de un delito de incitación a la prostitución. Sin embargo, lo reconforto señalándole que a la policía le interesa más atrapar a este tipo de delincuente que echarse sobre un pobre turista ebrio que no sabe qué tiene entre manos, aunque ‘este es probable que supiera lo había tenido entre sus manos.

Ikhwaai

Otro aspecto que intriga a los que hemos vivido la historia de cerca, es la preocupación del desbarrado por saber si los travestis de este país transmitían enfermedades. Por lo que he podido saber durante los años que llevo por estos lares, las probabilidades de contraer algún tipo de enfermedad con un travesti de la calle son bastante superiores a las que habría con una chica que trabaja en un gogo bar, aunque no lo expuse tan claramente, lo dejé entrever. Supongo que inconscientemente, con sus palabras se delató de alguna forma y vimos que su relato cojeaba, y allí había sucedido algo que no estaba dispuesto a contar. ¿Por qué se preocupa uno por las enfermedades de un travesti si afirma no haber tenido contacto carnal con ‘este? Allí la cosa olía a cuerno quemado (¿el de la novia catalana?). Los interrogantes se sucedían. ¿Si alguien está sometido a un chantaje y puede salir de la habitación, no sería más lógico acudir a la comisaría más cercana o avisar al personal del hotel? ¿Era la vergüenza superior al deseo de justicia? ¿Cómo puede un hombre que despotrica contra las prostitutas durante días acabar con un ser con una del 22 largo entre las piernas?

vibra

Recordábamos, su compañero de viaje y yo, la conversación sobre el tema que habíamos tenido noches anteriores. Algo no cuadraba, y sigue sin cuadrar, porque el individuo en cuestión cogió las de Villadiego, sin dar la menor explicación. En un arrebato de ira hizo las maletas y regresó a España, tal vez para ir al Nou Camp o sus alrededores y olvidar el secuestro que había sufrido su Iphone y la humillación de la que había sido objeto, una humillación comparable a la que había sufrido el Real Madrid en la noche de marras. La cuestión es que para emprender la huída tuvo que abonar 100 € par el cambio de billete, o sea que podemos afirmar que su aventura siamesa le costó un ojete… de la cara.

thai

No me cansaré de repetir a todos los que quieran venir a Tailandia de picos pardos, que no hay que llevar bajo ningún concepto a nadie a la habitación de uno mismo, y dado el caso, por la circunstancia que sea, exigir a los miembros de seguridad del hotel que tomen los datos de quien los acompaña. Es algo sencillo que puede ahorrar más de un disgusto.

En este relato se han obviado fechas, lugares y nombres. La intención no es hacer leña del árbol caído, sino extraer una enseñanza de todo ello. Bueno... y echar unas risas ¿no?

Compañero, que la fuerza te acompañe.

Por un ojete de la cara

La capacidad de asombro del ser humano no tiene límites, y en Tailandia más.

Tailandia es un país proclive a las historias raras, más que raras, surrealistas. Los acaecimientos aquí tienen un carácter particular, en la mayoría de casos, propio de novela de bajos fondos. Vivir en este país le brinda a uno la oportunidad de ser el receptor, cuando no el protagonista, de relatos que bien podrían pasar a engordar la biblioteca de las leyendas urbanas, si no fuera porque uno las obtiene de primera mano.

salon_hadyai

Hace cosa de un par de semanas, recibía en mi domicilio a horas intempestivas, sobre las ocho de la mañana, una llamada de un joven español muy alterado. Uno, a esas horas no es persona, y yo menos. Por una extraña casualidad coincidió con ese día al año que me olvido de desconectar el aparato telefónico.
De repente, en escasos segundos, pasaron por mi martillo, yunque y estribo, las palabras: atraco, travesti, Iphone, habitación, sexo, enfermedades, policía, etc. Todavía no había acertado a abrir los ojos cuando mi cerebro se veía obligado a procesar todo ese monto de información. El joven tenía bastante premura en que diera respuesta a sus inquietudes del momento que no le dejaban conciliar el sueño e impedían que el mío prosiguiera en quietud. Sólo recuerdo de aquellos terribles momentos (terribles porque estar despierto a esas horas es terrible para mí, no por otra cosa) haber pronunciado las palabras: sí, pon la denuncia. Y a dormir toca.

Pero vayamos al principio de la historia para tener un mejor entendimiento de estos sucesos de tinte novelesco.
El mismo día en que llegué a Tailandia, procedente de España, cuando todavía no había llegado a mi dulce hogar, estando en el taxi que me traía del aeropuerto, recibí una llamada de un advenedizo español que acababa prácticamente de tomar contacto con la noche bangkokiana. Por la hora, sus atropelladas palabras, y su desmesurada excitación, no me costó mucho llegar a la conclusión de que la tasa de alcohol en sangre era más que notable. La frase: “Llevo dos días aquí y todavía noche follado”, fue determinante para que pusiera fin a la conversación, convocando a mi interlocutor a una próxima reunión dado que un caso como este requiere de un estudio llevado a cabo con más calma y sin la premura del momento.
Pasados un par de días, uno de los jóvenes españoles se volvió a poner en contacto conmigo. Quedamos en vernos en mi oficina nocturna, la que abro de las 21 a las 01 horas. No fue difícil entablar conversación. Generalmente, el que viaja suele ser bastante abierto, y es receptivo ante cualquier sugerencia. Les lleve a efectuar el tour exprés por Soi Cowboy, una visita para efectuar una primera toma de contacto con la noche siamesa de bombillas rojas. Con una ascensión por la calle Sukhumvit con las debidas explicaciones detalladas sobre la fauna autóctona y sus costumbres, así como las actitudes a evitar iban jalonando nuestro o periplo nocturno. Unos jóvenes sanos y divertidos, dispuestos a conocer más a fondo la idiosincrasia tailandesa, alguno más que otro. La parada final, y lugar para las últimas reflexiones, es el soi 13. Desde las incomodas sillas de plástico y las siempre inestables mesas de camping observamos cómo se transforma el hombre de noche en latitudes tropicales, y lanzamos al aire una pregunta que será recurrente en el futuro, y determinante en todo este rocambolesco vodevil: ¿Cómo puede irse un hombre con un travesti aduciendo el desconocimiento del sexo real del individuo?

kathaoey

La fama de los travestidos y transexuales tailandeses les precede. La feminidad más pronunciada y predominante en los individuos de raza asiática, da como resultado unos individuos que en determinada circunstancias son difíciles de ubicar en el amplio panorama de la sexualidad moderna.
Pero volvamos con nuestros aventureros de la noche oriental. Al día siguiente de nuestro encuentro se marchaban a gozar de las playas de fina y blanca arena de las playas del sur del país. Me despedí de ellos y confié en que tuvieran en consideración los consejos que les había dado. Lejos de mí está el ánimo de ser ningún gurú, pero mis años y continuos tropezones por estas tierras, me han dado algo de autoridad a la hora de pronunciarme sobre diversos aspectos de estas tierras y sus pobladores.

A los pocos días recibía la llamada que encabeza este relato, una llamada que, según mi interlocutor, iba a tener continuidad. Sin embargo, pasaron las horas, los días, y todo iba a quedar como un recuerdo más, si no hubiera sido por una de esas casualidades de la vida que quiso que de forma totalmente fortuita me encontrara en el Skytrain con uno de los jóvenes protagonistas indirectos de estas páginas. Quedamos para la noche, quiero saberlo todo, esto es Salvame de Luxe versión thai, me interesan sobremanera los detalles más escabrosos, soy el Jorge Javier de las noches bangkokianas. Espero a la hora convenida para que al calor de un Black Label, me sean explicadas las historias más desternillantes y/o estremecedoras oídas por hombre alguno.
Llegado el momento, la primera frase es demoledora, un perfecto gancho para que el telespectador se quede pegado a la pantalla: “La culpa de todo la tiene el Barca.” Necesito un trago largo. ¿Que pinta el Barca en toda esta historia de travestis y ladrones?
Recordemos que por esas fechas, el Real Madrid sufrió una derrota humillante ante el equipo barcelonés. Nuestro protagonista involuntario es culé hasta la médula, y todo lo que no hizo en 10 días, quería hacerlo en una noche para celebrar la sonada victoria de su equipo del alma, dejando al margen su fidelidad amorosa proclamada a los cuatro vientos y su repulsa por el mundo de la prostitución. Esos son los efectos secundarios del futbol, consigue que el hombre reniegue de sus principios más elementales, aunque todo tiene un límite, o debería tenerlo, a mi entender.
¿Podríamos hablar de un culé “enculé”? No nos precipitemos. Según palabras del hincha, su alegría era tan grande en esa noche que tenía que ir a celebrarlo como fuera, y afirmaba que iba a petar el pueblo turístico, aunque nos tememos que lo que petó fue otra cosa, pero no adelantemos acontecimientos.
Avanzada la noche, el alcohol fluía como el Ebro por Zaragoza. ¡Cuántas mujeres, cuánto jolgorio! Menuda dicha la suya. Esa noche la iba a recordar por siempre jamás, pero no de color rosa ni azulgrana.

Su relato, recogido por dos personas distantes en tiempo y espacio, su acompañante y el que esto escribe, adolece de grandes lagunas temporales que impiden determinar la sucesión exacta de los acontecimientos, y establecer la certitud total de las afirmaciones. Siguiendo las palabras de la “víctima”, pasamos repentinamente de un decorado de luces de neón a la oscuridad de una lúgubre habitación de hotel en la que se encuentran un seguidor azulgrana y una mujer con una extensión natural entre las piernas. El sujeto, llamémosle hombre, llamémosle mujer, para el caso es el mismo, tiene entre sus manos el Iphone del joven catalán. Según dice, lo devolvería a cambio de un rescate de 10.000 bahts. Suponemos que el aparato (el Iphone quiero decir) no tenía instalada la aplicación para evitar ser secuestrado. Al no contar con esa cantidad en metálico, el travesti conmina a su víctima a acudir al cajero más próximo y retirar dicha cantidad. Desconcertado, el joven coge su tarjeta y sigue las ‘ordenes del trípode. Regresa a la habitación y le hace entrega de la cantidad exigida, marchándose a continuación, sin más.
Es entonces cuando recibo la llamada en la que, más que alterado, me pregunta si debía denunciar el caso o no, dado que la noche en que estuvo en Bangkok, le señalé que nadie podía denunciar a una prostituta por el simple hecho de que se estaría auto inculpando de un delito de incitación a la prostitución. Sin embargo, lo reconforto señalándole que a la policía le interesa más atrapar a este tipo de delincuente que echarse sobre un pobre turista ebrio que no sabe qué tiene entre manos, aunque ‘este es probable que supiera lo había tenido entre sus manos.

Ikhwaai

Otro aspecto que intriga a los que hemos vivido la historia de cerca, es la preocupación del desbarrado por saber si los travestis de este país transmitían enfermedades. Por lo que he podido saber durante los años que llevo por estos lares, las probabilidades de contraer algún tipo de enfermedad con un travesti de la calle son bastante superiores a las que habría con una chica que trabaja en un gogo bar, aunque no lo expuse tan claramente, lo dejé entrever. Supongo que inconscientemente, con sus palabras se delató de alguna forma y vimos que su relato cojeaba, y allí había sucedido algo que no estaba dispuesto a contar. ¿Por qué se preocupa uno por las enfermedades de un travesti si afirma no haber tenido contacto carnal con ‘este? Allí la cosa olía a cuerno quemado (¿el de la novia catalana?). Los interrogantes se sucedían. ¿Si alguien está sometido a un chantaje y puede salir de la habitación, no sería más lógico acudir a la comisaría más cercana o avisar al personal del hotel? ¿Era la vergüenza superior al deseo de justicia? ¿Cómo puede un hombre que despotrica contra las prostitutas durante días acabar con un ser con una del 22 largo entre las piernas?

vibra

Recordábamos, su compañero de viaje y yo, la conversación sobre el tema que habíamos tenido noches anteriores. Algo no cuadraba, y sigue sin cuadrar, porque el individuo en cuestión cogió las de Villadiego, sin dar la menor explicación. En un arrebato de ira hizo las maletas y regresó a España, tal vez para ir al Nou Camp o sus alrededores y olvidar el secuestro que había sufrido su Iphone y la humillación de la que había sido objeto, una humillación comparable a la que había sufrido el Real Madrid en la noche de marras. La cuestión es que para emprender la huída tuvo que abonar 100 € par el cambio de billete, o sea que podemos afirmar que su aventura siamesa le costó un ojete… de la cara.

thai

No me cansaré de repetir a todos los que quieran venir a Tailandia de picos pardos, que no hay que llevar bajo ningún concepto a nadie a la habitación de uno mismo, y dado el caso, por la circunstancia que sea, exigir a los miembros de seguridad del hotel que tomen los datos de quien los acompaña. Es algo sencillo que puede ahorrar más de un disgusto.

En este relato se han obviado fechas, lugares y nombres. La intención no es hacer leña del árbol caído, sino extraer una enseñanza de todo ello. Bueno... y echar unas risas ¿no?

Compañero, que la fuerza te acompañe.

14.11.10

Respuestas a un Cliente X

Con cierta frecuencia recibo consultas sobre distintos aspectos de la vida en Tailandia. Hace un tiempo, un Cliente X (así se autodenominaba) me hizo una batería de preguntas que venían a resumir las curiosidades de muchos lectores.




Por una parte comentas que es la prostitución es ILEGAL. ¿Qué penas existen, qué dice el CP? ¿Se castiga al cliente? ¿La policía hace mucho la vista gorda, está metida en el ajo, llega a "acuerdos" con las chicas?

Efectivamente, la prostitución es ilegal en Tailandia. Desconozco lo que dice el código penal al respecto, pero si sé que en la práctica, las prostitutas suelen salirse tras el pago de una multa y tal vez pasar un par de días en los calabozos. Generalmente no se detiene a nadie por prostituirse, más que nada por lo difícil de demostrar el hecho, sino por hechos asociados como hurtos y/o posesión de narcóticos.
En ningún caso se castiga al cliente, más que nada porque si no existe delito, no hay delincuente.
La policía hace la vista gorda hasta que no recibe órdenes en otro sentido. La tolerancia con los travestís es menor por el impacto visual que causan en la calle.
No conozco ningún caso en el que las chicas lleguen a acuerdos con los policías, más que nada porque no veo utilidad en tener acuerdos. Tal vez los dueños de lugares en los que se podría ejercer la prostitución tengan algo hablado con las altas instancias. Pero volvemos a lo mismo, ¿cómo se demuestra que hay prostitución en un bar donde las chicas sólo bailan o en un local en los que se hacen masajes en cuartos privados? ¿Hasta qué punto los propietarios saben lo que sucede en sus locales? El sentido común nos dice una cosa pero la Ley no en consonancia con el sentido común.



¿Es posible desenvolverse bien hablando inglés a nivel intermediate?

Sí, realmente es aconsejable usarlo a nivel intermedio o incluso bajo. Si hablas muy bien inglés, es probable que no te entiendan. De hecho, les cuesta más entender a los nativos anglófonos que a los que provenimos de otros países. Aunque el idioma universal es el de la vil moneda.



¿Si le notan a uno que es de fuera le tratan de tomar mucho el pelo?

Como en todos los sitios, en España no somos excepción. Sin embargo en Tailandia, en ocasiones se pasan de listos. Pero eso sí, nunca les falta la sonrisa. Te timan, pero con amabilidad. Una vez más hay que imponer el sentido común, y tener en cuenta las diferencias culturales que pueden hacer percibir las cosas de diferente forma. pero también en tu propio país te pueden timar sin que te des cuenta ...



¿Qué precauciones mínimas debería tomar un turista?

Los índices de delincuencia son más bajos que en España, en especial lo que se refiere a turistas. Nadie está exento de ser víctima de un robo, pero suele ser “al descuido” y no con violencia. La precaución más importante es el sentido común.

¿Es cierto eso de que se regatea en todo?

Se regatea en todo, hasta con las putas. En los centros comerciales y tiendas grandes, los precios son fijos.


¿Son muy importantes allí las mafias? ¿Actúan como aquí, amparándose en los cuerpos policiales o incluso formando parte de los mismos?

Las mafias son importantes por definición. En Tailandia hay básicamente una mafia y suele ir uniformada. Mafias extranjeras, como la rusa u otras africanas más cutres, han intentado instalarse sin demasiado éxito. Existen y actúan en zonas que les han sido asignadas y pagan un tributo, supongo.
Recuerdo hace unos años que en el soi 3 de Sukhumvit había un montón de meretrices rusas. Y los thais son muy suyos hasta para estas cosas. Una noche apareció la policía con un autobús y empezó a subir bordo todas y cada una de ellas. La dirección que tomó el vehículo no fue la comisaría ni el departamento de extranjería. Vía directa al aeropuerto con destino a Moscú. De la noche a la mañana habían desparecido y hasta el día de hoy no ha vuelto a haber putas rusas por las calles de Bangkok.


¿Alguna vez has detectado algún caso de prostitución forzosa, es decir, de esclavitud sexual?

En Bangkok no. En provincias fronterizas como Chiang Rai, me he visto en lugares en los que, si bien no me atrevería a afirmar que había coacciones, tampoco me atrevería a afirmar que todas las muchachas estaban por propia voluntad o muy convencidas de lo que estaban haciendo. Lo que si tenía bastante claro, era que estos extraños lugares estaban destinados más al consumo interno que al mercado de los extranjeros, cosa que explicaría el hecho d que no les importara mucho las condiciones en las que estuvieran las mozuelas.




¿Qué sistema político tiene Tailandia? ¿Quién gobierna? ¿Qué partidos existen?

El sistema político en Tailandia es el mismo que en España, una monarquía parlamentaria. Las funciones de los respectivos reyes son, sobre el papel, las mismas. Sin embargo, lo cierto, es que el poder moral del rey tailandés va más allá de lo concebible para un occidental. El culto a la persona llega a límites insospechados en una democracia.
Podríamos decir que gobierna … el gobierno. Pero realmente, las fuerzas vivas del país (militares, policías, nobleza, etc.) tienen siempre algo que decir, no en vano, Tailandia detenta indiscutiblemente un poco envidiado récord, el de golpes de estado. De hecho, el gobierno actual todavía no ha convocado elecciones y se puede afirmar que es fruto d un golpe de estado que en su momento derrocó al primer ministro Thaksin Shinawatra, elegido democráticamente.

¿Qué requisitos, especialmente académicos, existen para entrar a la policía de turistas? ¿Tienen asuntos internos o no? ¿Ha habido detenciones de policías por asuntos de corrupción?

Al no ser tailandés, la verdad es que nunca me he preocupado en saber los requisitos que deben cumplir los policías turísticos para acceder al puesto. Por lo que sé, por lo que veo y oigo en comisaría, la policía turística es vista desde la policía “normal” como bastante “light”, hecha de cara al turista por una cuestión de imagen. Y la verdad es cumplen su cometido muy bien, todos son altos y guapos, tanto ellas como ellos. Pero lo cierto, es que a la hora de denunciar delitos e investigar casos, la policía turística se inhibe y deja paso a los policías no tan guapos y más bajitos.
Existen asuntos internos, aunque realmente desconozco su grado de efectividad.
Hay detenciones de vez en cuando, en especial tras un golpe de estado o un cambio político importante. La acusación suele ser de corrupción, más que nada por lo generalizada que está en la vida del país.



Las ETS y especialmente el VIH se halla muy esparcido. ¿Qué me puedes decir al respecto? ¿Es fácil follar sin condón? ¿Qué servicios suelen ofertar las chicas?

Siempre se ha dicho que Tailandia era un país con una tasa alta de infección por VIH. Lo cierto es que no sé cómo pueden saber cuántas personas personas con SIDA hay, si no saben cuántos habitantes tiene Bangkok.
Para mí es mucho más fácil follar sin condón, es un engorro ponérselo. Bromas a parte, y suponiendo que te refieres al hecho de encontrar personas dispuestas al ayuntamiento carnal sin protección de látex, puedo decirte que, para mi sorpresa, es más frecuente de lo deseable. En el fragor de la noche uno se ve engullido por torrentes de pasión que acaban en la consulta del médico con una jeringuilla en el culo y una caja de antibióticos, más que nada porque no todo es SIDA en el mundo.



¿Para cuándo una guía de putis?

El mundo del putiferio es muy cambiante en Tailandia. Basta con que se recomiende un bar para que de un día a otro cambien el personal, y lo que era el paraíso sea torne un puro infierno. Lo mismo que para los bares puede valer para las zonas. Hace unos años, por ejemplo, Patpong era un lugar agradable con unos precios razonables, hoy en día no es más que una trampa para turistas, si bien hay que reconocer que de vez en cuando es agradable darse una vuelta y tomarse una copa en los bares menos frecuentados por turistas.

8.11.10

Respuestas a un Cliente X

Con cierta frecuencia recibo consultas sobre distintos aspectos de la vida en Tailandia. Hace un tiempo, un Cliente X (así se autodenominaba) me hizo una batería de preguntas que venían a resumir las curiosidades de muchos lectores.




Por una parte comentas que es la prostitución es ILEGAL. ¿Qué penas existen, qué dice el CP? ¿Se castiga al cliente? ¿La policía hace mucho la vista gorda, está metida en el ajo, llega a "acuerdos" con las chicas?

Efectivamente, la prostitución es ilegal en Tailandia. Desconozco lo que dice el código penal al respecto, pero si sé que en la práctica, las prostitutas suelen salirse tras el pago de una multa y tal vez pasar un par de días en los calabozos. Generalmente no se detiene a nadie por prostituirse, más que nada por lo difícil de demostrar el hecho, sino por hechos asociados como hurtos y/o posesión de narcóticos.
En ningún caso se castiga al cliente, más que nada porque si no existe delito, no hay delincuente.
La policía hace la vista gorda hasta que no recibe órdenes en otro sentido. La tolerancia con los travestís es menor por el impacto visual que causan en la calle.
No conozco ningún caso en el que las chicas lleguen a acuerdos con los policías, más que nada porque no veo utilidad en tener acuerdos. Tal vez los dueños de lugares en los que se podría ejercer la prostitución tengan algo hablado con las altas instancias. Pero volvemos a lo mismo, ¿cómo se demuestra que hay prostitución en un bar donde las chicas sólo bailan o en un local en los que se hacen masajes en cuartos privados? ¿Hasta qué punto los propietarios saben lo que sucede en sus locales? El sentido común nos dice una cosa pero la Ley no en consonancia con el sentido común.



¿Es posible desenvolverse bien hablando inglés a nivel intermediate?

Sí, realmente es aconsejable usarlo a nivel intermedio o incluso bajo. Si hablas muy bien inglés, es probable que no te entiendan. De hecho, les cuesta más entender a los nativos anglófonos que a los que provenimos de otros países. Aunque el idioma universal es el de la vil moneda.



¿Si le notan a uno que es de fuera le tratan de tomar mucho el pelo?

Como en todos los sitios, en España no somos excepción. Sin embargo en Tailandia, en ocasiones se pasan de listos. Pero eso sí, nunca les falta la sonrisa. Te timan, pero con amabilidad. Una vez más hay que imponer el sentido común, y tener en cuenta las diferencias culturales que pueden hacer percibir las cosas de diferente forma. pero también en tu propio país te pueden timar sin que te des cuenta ...



¿Qué precauciones mínimas debería tomar un turista?

Los índices de delincuencia son más bajos que en España, en especial lo que se refiere a turistas. Nadie está exento de ser víctima de un robo, pero suele ser “al descuido” y no con violencia. La precaución más importante es el sentido común.

¿Es cierto eso de que se regatea en todo?

Se regatea en todo, hasta con las putas. En los centros comerciales y tiendas grandes, los precios son fijos.


¿Son muy importantes allí las mafias? ¿Actúan como aquí, amparándose en los cuerpos policiales o incluso formando parte de los mismos?

Las mafias son importantes por definición. En Tailandia hay básicamente una mafia y suele ir uniformada. Mafias extranjeras, como la rusa u otras africanas más cutres, han intentado instalarse sin demasiado éxito. Existen y actúan en zonas que les han sido asignadas y pagan un tributo, supongo.
Recuerdo hace unos años que en el soi 3 de Sukhumvit había un montón de meretrices rusas. Y los thais son muy suyos hasta para estas cosas. Una noche apareció la policía con un autobús y empezó a subir bordo todas y cada una de ellas. La dirección que tomó el vehículo no fue la comisaría ni el departamento de extranjería. Vía directa al aeropuerto con destino a Moscú. De la noche a la mañana habían desparecido y hasta el día de hoy no ha vuelto a haber putas rusas por las calles de Bangkok.


¿Alguna vez has detectado algún caso de prostitución forzosa, es decir, de esclavitud sexual?

En Bangkok no. En provincias fronterizas como Chiang Rai, me he visto en lugares en los que, si bien no me atrevería a afirmar que había coacciones, tampoco me atrevería a afirmar que todas las muchachas estaban por propia voluntad o muy convencidas de lo que estaban haciendo. Lo que si tenía bastante claro, era que estos extraños lugares estaban destinados más al consumo interno que al mercado de los extranjeros, cosa que explicaría el hecho d que no les importara mucho las condiciones en las que estuvieran las mozuelas.




¿Qué sistema político tiene Tailandia? ¿Quién gobierna? ¿Qué partidos existen?

El sistema político en Tailandia es el mismo que en España, una monarquía parlamentaria. Las funciones de los respectivos reyes son, sobre el papel, las mismas. Sin embargo, lo cierto, es que el poder moral del rey tailandés va más allá de lo concebible para un occidental. El culto a la persona llega a límites insospechados en una democracia.
Podríamos decir que gobierna … el gobierno. Pero realmente, las fuerzas vivas del país (militares, policías, nobleza, etc.) tienen siempre algo que decir, no en vano, Tailandia detenta indiscutiblemente un poco envidiado récord, el de golpes de estado. De hecho, el gobierno actual todavía no ha convocado elecciones y se puede afirmar que es fruto d un golpe de estado que en su momento derrocó al primer ministro Thaksin Shinawatra, elegido democráticamente.

¿Qué requisitos, especialmente académicos, existen para entrar a la policía de turistas? ¿Tienen asuntos internos o no? ¿Ha habido detenciones de policías por asuntos de corrupción?

Al no ser tailandés, la verdad es que nunca me he preocupado en saber los requisitos que deben cumplir los policías turísticos para acceder al puesto. Por lo que sé, por lo que veo y oigo en comisaría, la policía turística es vista desde la policía “normal” como bastante “light”, hecha de cara al turista por una cuestión de imagen. Y la verdad es cumplen su cometido muy bien, todos son altos y guapos, tanto ellas como ellos. Pero lo cierto, es que a la hora de denunciar delitos e investigar casos, la policía turística se inhibe y deja paso a los policías no tan guapos y más bajitos.
Existen asuntos internos, aunque realmente desconozco su grado de efectividad.
Hay detenciones de vez en cuando, en especial tras un golpe de estado o un cambio político importante. La acusación suele ser de corrupción, más que nada por lo generalizada que está en la vida del país.



Las ETS y especialmente el VIH se halla muy esparcido. ¿Qué me puedes decir al respecto? ¿Es fácil follar sin condón? ¿Qué servicios suelen ofertar las chicas?

Siempre se ha dicho que Tailandia era un país con una tasa alta de infección por VIH. Lo cierto es que no sé cómo pueden saber cuántas personas personas con SIDA hay, si no saben cuántos habitantes tiene Bangkok.
Para mí es mucho más fácil follar sin condón, es un engorro ponérselo. Bromas a parte, y suponiendo que te refieres al hecho de encontrar personas dispuestas al ayuntamiento carnal sin protección de látex, puedo decirte que, para mi sorpresa, es más frecuente de lo deseable. En el fragor de la noche uno se ve engullido por torrentes de pasión que acaban en la consulta del médico con una jeringuilla en el culo y una caja de antibióticos, más que nada porque no todo es SIDA en el mundo.



¿Para cuándo una guía de putis?

El mundo del putiferio es muy cambiante en Tailandia. Basta con que se recomiende un bar para que de un día a otro cambien el personal, y lo que era el paraíso sea torne un puro infierno. Lo mismo que para los bares puede valer para las zonas. Hace unos años, por ejemplo, Patpong era un lugar agradable con unos precios razonables, hoy en día no es más que una trampa para turistas, si bien hay que reconocer que de vez en cuando es agradable darse una vuelta y tomarse una copa en los bares menos frecuentados por turistas.

10.8.10

Un día en comisaría 1

Hace ya un tiempo que la vida me brindó la posibilidad de trabajar en una comisaría en Bangkok. Ni corto ni perezoso, ahí me presenté. Tras una extensa explicación por parte del responsable, me dispuse a tomar posesión de mi puesto. Ahí empezó la diversión. No era un trabajo nuevo, puesto que en España, mi jefe en última instancia, se llama Rubalcaba.




Dejando al margen lo que pueden ser los aspectos negativos de trabajar en una comisaría de cualquier parte del mundo (atender y consolar a víctimas, consolar a personas en momentos difíciles, etc.), prefiero comentar las anécdotas más llamativas y/o graciosas que me han sucedido en los últimos tiempos.

Tal y como es de esperar en uno de los distritos con más prostitución enfocada al turismo, la mayoría de casos llamativos, tienen relación con el instinto más básico del ser humano. Claro que como se suele decir: la realidad supera en muchas ocasiones a la ficción.



Sin ir más lejos, uno de los casos más recientes que registramos en el archivo, es el de un hombre occidental que vino a denunciar el robo de sus objetos personales por parte de unos “katoeys” (travestis) en un hotel de Bangkok. El caso no habría llamado la atención, y habría pasado a sumar un número más en el archivo, si no hubiera sido porque el hombre en cuestión vino acompañado de su mujer. ¡¿Quién va a una comisaría a denunciar que ha sido objeto de robo en un hotel por parte de dos travestís acompañado por su mujer?! ¿Le podía más la vergüenza de no hablar el idioma que asumir que se había ido con unos travestís de parranda dejando a su mujer en casa? ¿Espero la mujer a que se pusiera la denuncia para darle la paliza al marido? Y luego me pregunta la gente por qué les hacemos repetir las cosas en comisaría.



Siguiendo en la misma línea, apareció el otro día en comisaría, un sujeto italiano que no podía acercarse a una llama por el peligro que suponía que la combustión empezara en cualquier momento, dado el alcohol que desprendía por todos sus poros. Por su estado, sólo era capaz de repetir una frase. “Que detengan a la puta que me lo ha robado todo”. No había forma de sacarle dato alguno. Sólo quería que detuviéramos a la puta. Y claro, en una ciudad de 14 millones de habitantes, encontrar a 1 puta que le ha robado, sin más datos, resulta algo harto imposible. El asunto se resolvió con 100 bahts (2 euros) y un taxi que le llevó de vuelta a su hotel para que durmiera la mona. No volvió a aparecer. Supongo que por vergüenza.



Me llama sobremanera la atención la cantidad de casos de extranjeros objeto de robo por parte de profesionales del sexo. No por el hecho de que estas aves nocturnas busquen a su presa más fácil, sino por lo tonto que puede llegar a ser un hombre cuando huele a “chumino” (o lo que se supone que debería ser “chumino”).


Las denuncias por asuntos comerciales ocupan, a no mucha distancia, el segundo lugar en denuncias por parte de extranjeros (dejando de lado las sustracciones y robos con violencia, que no comento por no tener un ápice de gracia). Recuerdo a una nipona que acudió alarmada a las dependencias policiales porque había sido agredida con una calculadora en un comercio durante un regateo. Realmente, creo que en muchas ocasiones, los idiomas son un invento del diablo, excepto para los que vivimos de ellos. Más que nada por los desentendidos que se producen, y que pueden llevar a situaciones desagradables como el de la nipona agredida por una Casio.

No hace mucho vino una pareja de individuos muy alterados. Uno era un turista italiano, y el otro el vendedor de un puesto del mercado de Suan Lum. La cuestión es que el comerciante le reclamaba al visitante el importe de una bolsa supuestamente de cuero, y éste se negaba en rotundo, algo lógico si vemos lo chamuscado que estaba el complemento objeto de la disputa. Para entender la génesis de todo el asunto, hay que explicar que es práctica común por parte de los vendedores hacer delante del cliente “la prueba del mechero”, consistente en pasar un mechero por todo el bolso, en este caso, para que el potencial comprador vea por sus propios ojos de que se trata de auténtico cuero, y no de una falsificación. El problema residía en que la prueba no salió como era de esperar, y el bolso se tornó en antorcha. A pesar de todo el hombre quería su dinero. En el informe se señaló como dato importante que el mechero era del propio comerciante, no se fuera a pensar nadie que el turista llevaba consigo un mechero “trucado” con la facultad de quemar cuero auténtico. El italiano no pasó por el aro.



Está visto que los italianos tienen cierta tendencia a pasar por comisaría. En este caso, una pareja vino acompañada de los responsables de seguridad de unos grandes almacenes acusados de robar un secador de pelo. Es bastante común encontrarse con gente que fuera de su país hace cosas que no acostumbra a hacer en el suyo, y este parece ser el caso. La cuestión es que la pareja no entendía a qué venía tanto follón. Según ellos habían pagado todo lo que se llevaban, pero según los vendedores del establecimiento, entre los objetos que se llevaban al hotel, había un secador de pelo que no había pasado por caja. Ellos, muy indignados, pagaron el objeto en cuestión, y se atribuyó todo a un problema idiomático. ¡Viva la diplomacia!

El caso que más me ha sorprendido este mes, es el de un hindú que vino muy alarmado a la comisaría para denunciar que le habían hipnotizado, y posteriormente robado, claro. Curiosamente hacía dos días que había visionado un episodio de CSI Las Vegas en el que se trataba un caso similar. El hindú no podía haber visto el mismo episodio porque el mío estaba bajado de internet. De todas formas me llamó la atención la sincronicidad de los hechos. Estas cosas pensaba que sólo pasaban en las películas, pero observo día a día que es bien cierto que la realidad supera a la ficción con creces.
Lo cierto es que ya sabemos en la comisaría que la gente se inventa los disparates más grandes con tal de esconder un hecho vergonzoso, engañar a un seguro, buscar una coartada ante la pareja, etc.



He observado con el tiempo la influencia negativa que tienen numerosas series de televisión sobre la población en general, y los jóvenes en particular. Me explico. Hace menos de 48 horas, vino un grupito de jóvenes chinos pijos (sí, hasta los pijos han podido con el país de la Gran Muralla) a denunciar la pérdida de una cartera que contenía una tarjeta visa y poco más de 1000 bahts (unos 20 euros). Gracias a un guardia de seguridad del recinto habían logrado averiguar que un taxista había recogido la mencionada cartera y se la había llevado. Dicho guardia había logrado apuntar cuatro números de la licencia (que en Tailandia está en números grandes pegados en el cristal posterior del vehículo, algo prohibido en Europa). El grupo de jóvenes, influidos por Hollywood, nos pedían que con esos cuatro números localizáramos al taxista en cuestión. De poco servían mis explicaciones respecto al hecho de que en Bangkok hay alrededor de 100.000 taxis, y sin dos letras adicionales del alfabeto thai, que tiene 44 consonantes, era imposible localizar a nadie. Dada la insistencia de los chinos, y mi paciencia que es inversamente proporcional a los años que cumplo, no me quedó más remedio que decirles del mejor modo posible, aunque algo airado, que: “la localización de vehículos instantánea y las pruebas de ADN en 5 minutos siguen siendo patrimonio de los CSI, y que al mundo real todavía no han llegado”. Una vez sacado el genio latino, los asiáticos agradecieron la colaboración que amablemente prestamos durante casi una hora para cancelar la tarjeta VISA, dieron media vuelta y emprendieron el regreso al hotel. Sin embargo, la principal damnificada todavía tuvo fuerzas para dirigirse de nuevo a mí y decirme algo llorosa: “Es que era Christian Dior …”. “Lo siento, pero Christian Dior todavía no incorpora GPS en sus carteras” tuve que decir respirando profundamente para no levantarme y sacarla a gorrazos de la comisaría. Para trabajar en una comisaría, se impone mucha paciencia antes que mucha valentía.

29.7.10

Un día en comisaría 2

La vida en una comisaría es un constante suceder de claroscuros que nunca dejan indiferente a todo el que deba vivir determinadas situaciones, aunque sí debo admitir que con el paso de los años, uno se vacuna involuntariamente, y no se deja trastocar por hechos que al común de los mortales le supondría un peso duro de soportar. No se trata de ser “un hombre duro”, sino que la reiteración de determinadas situaciones hace que la gente que trabaja en comisaría pueda parecer indiferente frente a los casos que se le plantean, cosa que no es así, aunque lo pueda parecer en muchas ocasiones. Esta aparente frialdad o carencia de emociones es lo que ayuda en muchas ocasiones a llevar los casos como se debe. Si los afectados nos contagiaran en cada ocasión sus emociones, saldríamos cada día del recinto policial con pistola en mano y disparando a todo lo que se moviera.



Pero aquí no nos vamos a ocupar de lo que nos irrita o entristece. Nos merecemos algo mejor. Y por esto, he rebuscado en los archivos para dar con los casos más sorprendentes y llamativos que creo pueden interesar al lector.

Hace pocos días se presentó en comisaría un ciudadano de Mali, bastante angustiado. Acababan de robarle un bolso con 14.600 dólares USA. Todo ocurrió mientras estaba en plena oración. Yo empezaría a plantearme la existencia de Dios, en el caso que nos ocupa, la existencia de Alá. Y peor lo tienen los musulmanes con sus cinco rezos diarios. No tenemos pruebas de momento, pero nos da la impresión de que el autor del robo debe de ser un correligionario, más que nada por el lugar en que ocurrió, una zona frecuentada mayoritariamente por seguidores del Islam.



Llegada la noche, sobre las 21:15, aparece un inglés borracho como una cuba. Dice que no sabe dónde vive. De momento, la policía está dotada de armas pero no de poderes paranormales que les permitan adivinar la procedencia de la gente con sólo tocarla.
Con la lógica y coherencia que caracteriza a las personas en estado ebrio, el británico sale de comisaría tal y como ha venido. Lo peculiar del caso es que al rato regresa tras haber ido a comer a un restaurante, y se queda a dormir en las dependencias policiales. Como no molesta y por lo visto es una práctica habitual entre los borrachos extranjeros (los thais huyen de las comisarías como los gatos escaldados huyen del agua fría), se le deja que duerma la mona.

La generosidad no conoce límites. Hace unas semanas apareció un ciudadano estadounidense con dos chalecos anti-balas. Se trataba de un ex – oficial de policía que quería donar las prendas a los agentes tailandeses. Dado que es prácticamente imposible que un policía tailandés rechace un regalo, ahí se quedaron los chalecos. ¿Tan necesitada vio el hombre a la fuerza de orden siamesa? Porque lo cierto es que estos chalecos pesan lo suyo y ocupan bastante espacio en las maletas.

Paseando por las dependencias policiales, veo en un trastero un gran paquete con un montón de cartoncillos negros. “Es un millón de dólares” me dicen. ¡Extraño lugar para dejar semejante suma de dinero! Realmente se trata del “botín” incautado a un grupo de africanos dedicados a las estafas. Estos individuos centraban su actividad en el timo de los billetes tintados, un engaño tan antiguo como el de la estampita, y que no conoce fronteras. Para el que no lo conozca, lo resumiré brevemente. Se presentan uno o dos africanos con aspecto impecable de hombres de negocios, y entablan conversación con su potencial víctima en un lugar como puede ser el lobby de un hotel o un restaurante. Tras ganarse su confianza con el paso del tiempo, que pueden ser meses, le proponen un estupendo negocio que hace perder la razón a cualquier avaricioso. Por cuestiones político-económicas de su país, se han visto obligados a sacar de su país una suma importante de dólares. Para hacerlo de forma ¿disimulada? Los han impregnado en una tinta negra especial que los hace indetectables en los escáneres de los aeropuertos. Para su limpieza se emplean líquidos también especiales y caros. Para acabar de convencer al primo de turno, lo llevan hasta su habitación, y ante sus ojos, efectúan la prueba definitiva. Cogen uno de los billetes tintados y lo limpian, convirtiéndose el cartoncillo en un flamante billete de 100 dólares. Como prueba de buena voluntad, y con el fin de que no existan dudas sobre la autenticidad de la moneda, se la entregan y le invitan a que vaya a un banco a cambiarlo. Dicho y hecho. Si el banco acepta el billete, no cabe duda de que los africanos tienen en su habitación una fortuna. El avaricioso está ya convencido. Pero los truhanes tienen un pequeño problema, se les ha acabado el líquido especial para limpiar billetes. Éste cuesta unos miles de dólares. Ni cortos ni perezosos, le piden el montante al primo con la promesa de compartir el dinero una vez limpiado. Reciben la suma, y como prueba de buena fe, le dejan al ingenuo el paquete con el millón de dólares. Como es de esperar, los africanos no vuelven a dar señales de vida, y el primo se queda con un montón de cartulinas negras, y una mala hostia que no le cabe en el cuerpo, supongo.
Parece increíble, pero sucede a lo largo y ancho de nuestro planeta. Todos queremos dinero rápido y fácil, pero parece inverosímil que haya gente tan ingenua, gente que no parece tonta en absoluto pero a la que la avaricia le anula el raciocinio.
Lo bueno del asunto, es que muchos se atreven a denunciar el hecho. Y claro, en comisaría, se les ve incrustado en el capirote un enorme neón multicolor parpadeante que reza: “Soy un tonto del culo”. Vivir para ver.




Allá por donde vaya me encuentro con muchos suecos, y Bangkok no es una excepción. A veces me pregunto si en Suecia queda algún sueco. Al margen de beber cantidades considerables de alcohol, los suecos no son excepción y son amantes de la amplia oferta sexual de la noche bangkokiana. Claro que cuando uno mezcla alcohol y putas, el resultado no siempre es el esperado, y eso lo sabe bien la policía tailandesa.
Hace un par de días se presentó un sueco a formular una denuncia por haber sido objeto de un robo por parte de dos hetairas que había tenido a bien invitar a sus aposentos. Craso error, nunca hay que llevar putas a la habitación del hotel. La cuestión es que el denunciante afirmó haber sido drogado mediante alguna droga que le mezclaron en la bebida. Todo un clásico. Supongo que el litro de vodka que se metió entre pecho y espalda no tuvo nada que ver. Yo lo entiendo, de alguna manera hay que justificar la enorme cogorza y sus consecuencias. El pobre hombre, además de no haber consumado, se quedó sin dos móviles, dos cadenas de oro, el anillo de CASADO y un reloj. Para hacer el trance más llevadero, el escandinavo venía acompañado de un amigo que era el que se ocupaba de relatar el percance. Por lo visto, además de los objetos de valor, le habían quitado el habla.

Los borrachos, descerebrados y demás gente de vida extraña, son aficionados a visitar las comisarías. Tal vez en éstas encuentren refugio de la dura vida callejera. La cuestión es que por aquí pasa todo tipo de elemento.
El último en “agraciarnos” con su visita fue un inglés que en estado totalmente ebrio y adicto a diversas drogas, apareció de pronto en la oficina afirmando que no sabía quién era ni dónde vivía, además no portaba ni teléfono, ni pasaporte, ni nada que pudiera identificarle. Interrogado, confundía las fechas y no sabía ni dónde estaba, pero había llegado al puesto policial por gracia de …… (rellene el lector lo que le venga en mente). Por lo menos sabía que era inglés, un buen punto de partida para contactar con la embajada. Realizadas varias gestiones, se nos aseguró que la madre iba a llegar en dos horas y media. Eso es puntualidad británica, y lo demás son tonterías.

Extrañas situaciones se viven en todas las comisarías del mundo. Sin embargo, lo que más me ha llamado la atención desde que estoy en una comisaría thai es la carencia de medios materiales. Me parece asombroso que se sigan realizando las denuncias y demás trámites a mano, como los antiguos escribanos de la edad media. No es que no haya ordenadores, que los hay, pero la tradición se impone hasta ese punto. No me extraña que a la hora de tomar una denuncia, los agentes pongan cara de: “ya me toca otra vez escribir algo que no va a servir para nada”.


Así son las hojas de denuncias, a mano.

Ayer vi a un individuo esposado, con la camiseta manchada de sangre, y con aspecto de haber pasado una noche en el hotel gratuito que tengo al lado de la oficina. La explicación la pueden encontrar más abajo.



Se encuentran un marroquí, un tunecino y un árabe. El primero le dice a los otros dos que ha sido timado por un argelino, el segundo hace lo mismo y así el tercero. Deciden buscar al argelino. Lo encuentran y le dan una paliza que casi lo matan. No es un chiste. Pasó ayer.

21.7.10

Un día en comisaría 3

Hace unos días recibí una llamada. Procedía de la comisaría de Bangkok en la que habitualmente desarrollo mi labor. No me pilló de sorpresa. Recientemente había leído en la prensa thai que un grupo organizado colombiano había sido detenido tras un atraco a una entidad bancaria. A raíz de tal suceso se empezaba a estudiar la posibilidad de crear una división especial dedicada a la investigación de grupos sudamericanos en territorio tailandés, dada la afluencia de oriundos de dichos países que se dedican a actividades “poco claras”.
La llamada en cuestión me hizo recordar que contaba todavía con un cuaderno de apuntes sobre las horas pasadas en las dependencias policiales. He aquí algunos de los extractos.

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Un día del mes de febrero se presenta en comisaría un individuo danés con el objeto de presentar una denuncia contra su mujer, dado que ha vuelto a ser objeto de malos tratos. Y digo “ha vuelto” porque no es la primera vez que aparece por aquí. En vista de la reiteración de los hechos se le aconseja que acuda a un abogado. El hombre no es un “Gran Danés” (chiste malo) y se tiene que ir con el rabo entre las piernas. Aquí no existen leyes sobre violencia de género. En España, teóricamente, se habría procedido a la inmediata detención de la mujer, aunque con lo de la discriminación positiva, no me atrevería a afirmarlo

Recuerdo el día en que una pareja de neozelandeses acudió a denunciar el robo del que había sido víctimas en el ya conocido soi 4 de Sukhumvit. Todo se desarrolla con la normalidad propia en este tipo de procesos, hasta el momento de rubricar el documento con la firma de los afectados. Éstos se niegan a estampar su firma por estar la denuncia redactada en tailandés. Nadie entiende nada. Nadie sabe cuál es el problema. Dado lo peculiar del hecho se llama al subteniente para que a través de un intérprete se les haga entender que como en cualquier otro país del mundo, los documentos oficiales se redactan en el idioma oficial; algo de cajón que los “Kiwis” se resisten a entender. Con paciencia (creo que demasiada) se les dan unas explicaciones que yo personalmente me habría ahorrado mandándolos a una calle cercana donde el rey es el “Anal Intruder”. Acceden los muy gilipollas, pero a regañadientes. ¿Qué creían? ¿Qué firmaban una autorización para ser sodomizados por cualquier funcionario thai?

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Es corriente que en las comisarías exista “el otro cuarto”, “el cuarto oscuro”, “el sitio”, “la habitación sin nombre”, ese lugar que nadie quiere conocer, donde los segundos parecen horas y el silencio es atronador. En Bangkok, los ciudadanos originarios de Oriente Medio, en especial de Irán, suelen ser “estrellas invitadas” frecuentes de tan lúgubres y reveladores lugares. El narcotráfico es su actividad predilecta, y existe una auténtica mafia organizada que se mueve por los alrededores de los sois 3 y 5 de Sukhumvit. Muchos de ellos hacen sus “negocios” en los bajos del hotel Grace del soi 3. Y no son pocas las ocasiones en que son detenidos por ajustes de cuentas entre ellos.
En este día de enero, un iraní se presenta en comisaría en busca de un compatriota suyo que había sido detenido días antes por estar en territorio tailandés con el visado caducado (sí, en Siam se cumplen las leyes sobre inmigración). Nadie sabe nada sobre el paradero del individuo. Ha desaparecido. En un país “normal” no pasaría nada, pero en algunas naciones el hecho de “desaparecer” puede llegar a ser algo más que preocupante. En vista de que no hay rastro del “Jomeini” le invitamos a que se acerque a las oficinas de la policía de inmigración.

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Foto: Bangkok Post

Hay ocasiones en que los desaparecidos no lo son. Como muestra el caso de un francés que un buen día apareció por la comisaría a denunciar su “no desaparición”. Unos días antes, un primo suyo se había presentando alarmado por la ausencia de su familiar y se había cursado el pertinente parte. Muchos son los que “desaparecen” en Tailandia. Es frecuente ver, sobre todo en la zona de Khao San, carteles fotocopiados pegados por familiares o amigos de alguno de estos desaparecidos, que acaban apareciendo en alguna isla “fumaos” y acompañados de alguna putilla. Las desapariciones voluntarias son harto frecuentes en un país en el que los placeres te hacen perder los sentidos.


Para algunos, una comisaría es un espacio multiusos donde pasar la tarde, refrescarse, charlar un rato, desahogarse, visitar al “psicólogo” gratis, etc. Para otros, se trata de un lugar donde creen que van a encontrar la panacea, el lugar donde todo se puede solucionar, desde los problemas más nimios hasta cuestiones más graves que requieren largas investigaciones. Otros creen literalmente que acuden a centros de beneficencia. Sin embargo, la realidad es bien distinta. En Bangkok, como en España o cualquier otro lugar del mundo, BÁSICAMENTE, una comisaría no deja de ser una dependencia administrativa en el que se transcriben y “oficializan” declaraciones efectuadas por individuos. Obviamente, de tanto en cuanto, se arregla algún que otro entuerto

Como ejemplo del uso terapéutico de una comisaría, tenemos el caso de un ciudadano noruego de 69 años que acudió todo enfurecido en busca de ayuda, a finales de enero. Según relataba, paseando por la calle Silom (zona de tenderetes para turistas), un vendedor de la calle le dijo: “Fuck you”. Además de insultarle, le iba siguiendo por la calle. El hombre estaba realmente indignado y pretendía que la policía limpiara las aceras de vendedores. Tras escucharle, disimulando las carcajadas con amplias sonrisas o bostezos, se le aconseja que acuda a la Policía Turística que es la que debe ocuparse de estos menesteres. Una vez desahogado el hombre, parece más relajado y contento, simplemente por haber tenido una audiencia de media docena de personas. Ya tendrá algo más que contarles a sus nietos.

NYPD

Los que se creen que la policía es una sucursal de Cáritas son los borrachos occidentales. Acuden simulando haber sido atracados y piden dinero. Son despachados sin más contemplaciones, aunque con la sonrisa que caracteriza a los thais.
Algo más curioso es el caso de un británico que a principios de marzo se presentó en comisaría declarando que lo había perdido todo y que no se acordaba de nada. Con tan pocos datos y en vista de que se estaba convirtiendo en un bucle que no llevaba a ninguna parte, se contacta con la Embajada del Reino Unido para que se haga cargo del súbdito de su Graciosa Majestad. Aunque supongo, simples elucubraciones mías, que graciosa era la que se llevó anoche al hotel y se pasó echándole la droga en la bebida.

Una comisaría también puede hacer las veces de consultorio matrimonial. Muchas parejas thai/farang (las parejas thais no se molestan) vienen a dirimir sus disputas ante los agentes de la Ley. En esta ocasión, una chica thai acude para reclamar a su ex novio alemán la cantidad de 100 Euros. Obviamente, ante situaciones como ésta, que rozan el surrealismo, poco pueden hacer las Fuerzas del Orden, hay que limitarse a escuchar y a asentir con la esperanza de que las aguas vuelvan a su cauce de “motu proprio”.

El surrealismo parece ser algo que va aparejado a la comisaría indefectiblemente. A mediados de enero, un ciudadano birmano (el país se llama ahora Myanmar, pero no sé el gentilicio y seguro que suena raro) de 32 años viene a presentar denuncia contra una prostituta (sic) se ha quedado con sus 2300 bahts. El hombre no habla, ni inglés, ni chino, ni ningún idioma de los hablamos los allí presentes. Se intenta buscar un intérprete, pero no hay forma. A pesar de que en Tailandia hay multitud de birmanos aunque casi todos son inmigrantes ilegales que pocas ganas tienen de ver gente uniformada. El hombre se hace entender y se deduce que pagó pero no pudo meter el churro en el horno, o sea que su cabreo es monumental. A un hombre le cabrea que le roben, pero que le cierren las puertas del paraíso en sus narices, le saca de quicio. El hombre insiste en que se le devuelva el dinero. El oficial de turno empieza a estar cansado e intenta “derivarlo” a otra comisaría para que dé la tabarra allí. Pero el hombre erre que erre. Para que le quede más claro el asunto y nos deje en paz a todos, se le explica que la prostitución es ILEGAL en Tailandia, por lo que si denuncia el hecho, se está autoinculpando de un delito. Fin de la discusión. ¿Alguien ha visto nadie denunciar a su camello por la mala calidad de la droga suministrada? Pues el mismo principio es aplicable al caso del birmano birlado.

Curioso fue también el caso de una pareja de japoneses que venían desde el país nipón a denunciar a unos compatriotas suyos empleados de Panasonic porque la casa que les vendieron en Japón tiene defectos. Como es lógico, el oficial al mando no ve indicios suficientes como para cursar una denuncia, más que nada porque ni la casa está en Tailandia, ni la policía sabe de defectos de construcción. De todas formas, y para contentarlos, se redacta un escrito en el que se detalla lo expuesto por los súbditos del Emperador, y se les hace entrega. Tal vez les sirva el documento para tapar una grieta.
Hay gente que no escarmienta, y si no me creen vean el caso de Leroy T.H. un ciudadano estadounidense que se aloja en Raja Mansion, sugerente nombre para un hotel ubicado en una calle llena de prostitutas. Este ciudadano de color negro (nunca me ha gustado lo de “un hombre de color” ¿será violeta?) denuncia que fulanito le ha robado su móvil. No pasaría de ser una sustracción más si no fuera porque el mismo hombre denunció a la misma persona por el mismo hecho hace un tiempo. Si ya te han robado una vez, estate al loro y más si sabes que el que te ha robado anda por los alrededores.

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En resumidas cuentas, las historias de comisaría no tienen fin. Si no fuera por el trasfondo trágico que tienen estos lugares, se podría decir que un establecimiento policial es un auténtico cabaret.

Un día en comisaría 3

Hace unos días recibí una llamada. Procedía de la comisaría de Bangkok en la que habitualmente desarrollo mi labor. No me pilló de sorpresa. Recientemente había leído en la prensa thai que un grupo organizado colombiano había sido detenido tras un atraco a una entidad bancaria. A raíz de tal suceso se empezaba a estudiar la posibilidad de crear una división especial dedicada a la investigación de grupos sudamericanos en territorio tailandés, dada la afluencia de oriundos de dichos países que se dedican a actividades “poco claras”.
La llamada en cuestión me hizo recordar que contaba todavía con un cuaderno de apuntes sobre las horas pasadas en las dependencias policiales. He aquí algunos de los extractos.

Police_doll

Un día del mes de febrero se presenta en comisaría un individuo danés con el objeto de presentar una denuncia contra su mujer, dado que ha vuelto a ser objeto de malos tratos. Y digo “ha vuelto” porque no es la primera vez que aparece por aquí. En vista de la reiteración de los hechos se le aconseja que acuda a un abogado. El hombre no es un “Gran Danés” (chiste malo) y se tiene que ir con el rabo entre las piernas. Aquí no existen leyes sobre violencia de género. En España, teóricamente, se habría procedido a la inmediata detención de la mujer, aunque con lo de la discriminación positiva, no me atrevería a afirmarlo

Recuerdo el día en que una pareja de neozelandeses acudió a denunciar el robo del que había sido víctimas en el ya conocido soi 4 de Sukhumvit. Todo se desarrolla con la normalidad propia en este tipo de procesos, hasta el momento de rubricar el documento con la firma de los afectados. Éstos se niegan a estampar su firma por estar la denuncia redactada en tailandés. Nadie entiende nada. Nadie sabe cuál es el problema. Dado lo peculiar del hecho se llama al subteniente para que a través de un intérprete se les haga entender que como en cualquier otro país del mundo, los documentos oficiales se redactan en el idioma oficial; algo de cajón que los “Kiwis” se resisten a entender. Con paciencia (creo que demasiada) se les dan unas explicaciones que yo personalmente me habría ahorrado mandándolos a una calle cercana donde el rey es el “Anal Intruder”. Acceden los muy gilipollas, pero a regañadientes. ¿Qué creían? ¿Qué firmaban una autorización para ser sodomizados por cualquier funcionario thai?

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Es corriente que en las comisarías exista “el otro cuarto”, “el cuarto oscuro”, “el sitio”, “la habitación sin nombre”, ese lugar que nadie quiere conocer, donde los segundos parecen horas y el silencio es atronador. En Bangkok, los ciudadanos originarios de Oriente Medio, en especial de Irán, suelen ser “estrellas invitadas” frecuentes de tan lúgubres y reveladores lugares. El narcotráfico es su actividad predilecta, y existe una auténtica mafia organizada que se mueve por los alrededores de los sois 3 y 5 de Sukhumvit. Muchos de ellos hacen sus “negocios” en los bajos del hotel Grace del soi 3. Y no son pocas las ocasiones en que son detenidos por ajustes de cuentas entre ellos.
En este día de enero, un iraní se presenta en comisaría en busca de un compatriota suyo que había sido detenido días antes por estar en territorio tailandés con el visado caducado (sí, en Siam se cumplen las leyes sobre inmigración). Nadie sabe nada sobre el paradero del individuo. Ha desaparecido. En un país “normal” no pasaría nada, pero en algunas naciones el hecho de “desaparecer” puede llegar a ser algo más que preocupante. En vista de que no hay rastro del “Jomeini” le invitamos a que se acerque a las oficinas de la policía de inmigración.

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Foto: Bangkok Post

Hay ocasiones en que los desaparecidos no lo son. Como muestra el caso de un francés que un buen día apareció por la comisaría a denunciar su “no desaparición”. Unos días antes, un primo suyo se había presentando alarmado por la ausencia de su familiar y se había cursado el pertinente parte. Muchos son los que “desaparecen” en Tailandia. Es frecuente ver, sobre todo en la zona de Khao San, carteles fotocopiados pegados por familiares o amigos de alguno de estos desaparecidos, que acaban apareciendo en alguna isla “fumaos” y acompañados de alguna putilla. Las desapariciones voluntarias son harto frecuentes en un país en el que los placeres te hacen perder los sentidos.


Para algunos, una comisaría es un espacio multiusos donde pasar la tarde, refrescarse, charlar un rato, desahogarse, visitar al “psicólogo” gratis, etc. Para otros, se trata de un lugar donde creen que van a encontrar la panacea, el lugar donde todo se puede solucionar, desde los problemas más nimios hasta cuestiones más graves que requieren largas investigaciones. Otros creen literalmente que acuden a centros de beneficencia. Sin embargo, la realidad es bien distinta. En Bangkok, como en España o cualquier otro lugar del mundo, BÁSICAMENTE, una comisaría no deja de ser una dependencia administrativa en el que se transcriben y “oficializan” declaraciones efectuadas por individuos. Obviamente, de tanto en cuanto, se arregla algún que otro entuerto

Como ejemplo del uso terapéutico de una comisaría, tenemos el caso de un ciudadano noruego de 69 años que acudió todo enfurecido en busca de ayuda, a finales de enero. Según relataba, paseando por la calle Silom (zona de tenderetes para turistas), un vendedor de la calle le dijo: “Fuck you”. Además de insultarle, le iba siguiendo por la calle. El hombre estaba realmente indignado y pretendía que la policía limpiara las aceras de vendedores. Tras escucharle, disimulando las carcajadas con amplias sonrisas o bostezos, se le aconseja que acuda a la Policía Turística que es la que debe ocuparse de estos menesteres. Una vez desahogado el hombre, parece más relajado y contento, simplemente por haber tenido una audiencia de media docena de personas. Ya tendrá algo más que contarles a sus nietos.

NYPD

Los que se creen que la policía es una sucursal de Cáritas son los borrachos occidentales. Acuden simulando haber sido atracados y piden dinero. Son despachados sin más contemplaciones, aunque con la sonrisa que caracteriza a los thais.
Algo más curioso es el caso de un británico que a principios de marzo se presentó en comisaría declarando que lo había perdido todo y que no se acordaba de nada. Con tan pocos datos y en vista de que se estaba convirtiendo en un bucle que no llevaba a ninguna parte, se contacta con la Embajada del Reino Unido para que se haga cargo del súbdito de su Graciosa Majestad. Aunque supongo, simples elucubraciones mías, que graciosa era la que se llevó anoche al hotel y se pasó echándole la droga en la bebida.

Una comisaría también puede hacer las veces de consultorio matrimonial. Muchas parejas thai/farang (las parejas thais no se molestan) vienen a dirimir sus disputas ante los agentes de la Ley. En esta ocasión, una chica thai acude para reclamar a su ex novio alemán la cantidad de 100 Euros. Obviamente, ante situaciones como ésta, que rozan el surrealismo, poco pueden hacer las Fuerzas del Orden, hay que limitarse a escuchar y a asentir con la esperanza de que las aguas vuelvan a su cauce de “motu proprio”.

El surrealismo parece ser algo que va aparejado a la comisaría indefectiblemente. A mediados de enero, un ciudadano birmano (el país se llama ahora Myanmar, pero no sé el gentilicio y seguro que suena raro) de 32 años viene a presentar denuncia contra una prostituta (sic) se ha quedado con sus 2300 bahts. El hombre no habla, ni inglés, ni chino, ni ningún idioma de los hablamos los allí presentes. Se intenta buscar un intérprete, pero no hay forma. A pesar de que en Tailandia hay multitud de birmanos aunque casi todos son inmigrantes ilegales que pocas ganas tienen de ver gente uniformada. El hombre se hace entender y se deduce que pagó pero no pudo meter el churro en el horno, o sea que su cabreo es monumental. A un hombre le cabrea que le roben, pero que le cierren las puertas del paraíso en sus narices, le saca de quicio. El hombre insiste en que se le devuelva el dinero. El oficial de turno empieza a estar cansado e intenta “derivarlo” a otra comisaría para que dé la tabarra allí. Pero el hombre erre que erre. Para que le quede más claro el asunto y nos deje en paz a todos, se le explica que la prostitución es ILEGAL en Tailandia, por lo que si denuncia el hecho, se está autoinculpando de un delito. Fin de la discusión. ¿Alguien ha visto nadie denunciar a su camello por la mala calidad de la droga suministrada? Pues el mismo principio es aplicable al caso del birmano birlado.

Curioso fue también el caso de una pareja de japoneses que venían desde el país nipón a denunciar a unos compatriotas suyos empleados de Panasonic porque la casa que les vendieron en Japón tiene defectos. Como es lógico, el oficial al mando no ve indicios suficientes como para cursar una denuncia, más que nada porque ni la casa está en Tailandia, ni la policía sabe de defectos de construcción. De todas formas, y para contentarlos, se redacta un escrito en el que se detalla lo expuesto por los súbditos del Emperador, y se les hace entrega. Tal vez les sirva el documento para tapar una grieta.
Hay gente que no escarmienta, y si no me creen vean el caso de Leroy T.H. un ciudadano estadounidense que se aloja en Raja Mansion, sugerente nombre para un hotel ubicado en una calle llena de prostitutas. Este ciudadano de color negro (nunca me ha gustado lo de “un hombre de color” ¿será violeta?) denuncia que fulanito le ha robado su móvil. No pasaría de ser una sustracción más si no fuera porque el mismo hombre denunció a la misma persona por el mismo hecho hace un tiempo. Si ya te han robado una vez, estate al loro y más si sabes que el que te ha robado anda por los alrededores.

Lumpini_HP

En resumidas cuentas, las historias de comisaría no tienen fin. Si no fuera por el trasfondo trágico que tienen estos lugares, se podría decir que un establecimiento policial es un auténtico cabaret.

23.4.10

¿Qué pasa en Tailandia?

Hoy, día 22 de abril de 2010, han hecho explosión seis bombas de escasa potencia en la calle Silom dejando un muerto, y cerca de un centenar de heridos. Los ataques comenzaron en la estación de metro aéreo de Sala Daeng.



Foto: Bangkok Post

Los que conocemos bien el país, sólo nos hacemos una pregunta: ¿Estamos ante el preludio de una guerra civil?

Los noticiarios nos despiertan casi cada día con alguna noticia relacionada con Tailandia. Y no son los ya habituales acontecimientos lúdicos, precisamente, los que llaman la atención de los periodistas. Las luchas internas y fratricidas entre dos facciones políticas centran la atención de los reporteros internacionales.



¿Pero a nosotros qué nos importan su disputas infantiles? En el fondo, lo que queremos es que el país que más saca provecho de nosotros esté tranquilo.
Sin embargo, su inconsciencia los lleva a destruir una de las industrias que les aportan más divisas. ¿Por qué? Porque son tontos del c… . Mi comentario no es consecuencia de un arrebato momentáneo, sino de una reflexión tras varios años de análisis.

Volvamos a sus peleas actuales. Si se quieren resumir en una frase, sería ésta: “Quítate tú para ponerme yo” y punto. Más que nada, porque Tailandia lleva años cambiando de gobiernos, y sigue en el mismo punto con los mismos políticos. El problema no está en el gobierno, sino en una instancia superior.


Pero volvamos a estos incidentes pueriles que tanto nos entretienen estos días.
¡Rojos! ¡Amarillos! Esto me recuerda a los tigres y leones de Torrebruno. Y puedo asegurar que su comportamiento no dista mucho al de uno prepúberes en un concurso televisivo, aunque a lo bestia. Es obvio que ninguno de los manifestantes sabe nada de política. Esto es cómo la práctica habitual de los partidos españoles que basan sus mítines en: jubilado+camiseta+bocadillo. Pues en Tailandia lo mismo, pero con otras consignas.



Foto: Bangkok Post


Vayamos por partes: ¿Quiénes son los amarillos (los que gobiernan)? Pues, ni más ni menos los que bloquearon el país durante 10 días ocupando los aeropuertos principales de la nación. ¡Penosas referencias! Llama la atención el hecho de que estén gobernando siendo una minoría que no ha sido elegida por el pueblo. Mal, mal, mal. Así no podemos encuadrarnos entre los países “modernos”.
¿Quiénes son los rojos (nada que ver con comunistas)? Básicamente son los herederos del depuesto ex Primer Ministro Thaksin Shinawatra, y sus hordas compuestas en su mayoría por campesinos descontentos procedentes del noreste, la zona más pobre de Tailandia. Añoran los tiempos en los que gobernaba su “Berlusconi” particular, dado que la economía era más boyante. Lo que no saben, o no quieren saber, es que la crisis es mundial, y no se ciñe al territorio siamés.



 
Pero el problema va más allá, y reviste más gravedad por el hecho de que no son dos grupos de agitadores los que están causando el descalabro del país, sino que detrás de rojos y amarillos hay cuerpos armados. Es público y notorio que la policía está con el depuesto Thaksin, quién, como ex policía que es, les dio alas para que volaran. Por otra parte está el ejército, más afín a los amarillos, es decir, al gobierno actual. ¿Podrían llegar a enfrentarse estos dos cuerpos armados? Nada es descartable en un país tan impredecible.

En el momento en que escribo estas líneas, el centro de la capital está tomado por una marea de camisetas rojas rodeada de policía y ejército. Las escaramuzas son frecuentes, sin embargo no revisten mucha importancia. Aunque no se descarta en absoluto que todo pueda llegar a mayores, quedando los 19 muertos y 800 heridos en una simple anécdota.
Los centros comerciales más importantes (Siam Paragon, Central World, Siam Discovery, etc.) llevan cerrados muchos días, por lo cual las pérdidas ya son incalculables. Algunos grupos de pequeños comerciantes y/o sus empleados se han enfrentado ya a los camisas rojas, demostrando así su enfado y desaprobación por las acciones que están llevando a cabo.



Lo que sufren los thais se puede calificar de masoquismo enfermizo, cuanto más daño se hacen a sí mismos, más disfrutan, cuanto más perjudican a su país, más contentos están.

Siempre me ha hecho gracia cuando se pone a Asia como ejemplo de lugar de paz y sosiego. No. Asia es como Europa o Norteamérica, pero algo subdesarrollada en muchas áreas y aspectos. Esta tranquilidad les ha llevado a quedarse atrás en muchos aspectos, especialmente en los sociales que afectan a la vida diaria de sus pobladores. Sí, la tierra del Dalai Lama y el budismo, es la que ofrece menos garantías sociales a sus pobladores, y no es por falta de recursos …

Pero tranquilos. La familia real tailandesa ha afirmado que va a pagar el hospital a todos los heridos en los enfrentamientos. Menos mal … Sobre el hecho de que sus súbditos se estén machacando los unos a los otros, no se ha manifestado todavía.

Y el gobierno, para no ser menos, ha manifestado que correrá con los gastos hospitalarios de los heridos en el ataque de Silom.



¿Volveremos a ver a la Tailandia de antaño?

27.3.10

Un día en comisaría 2

La vida en una comisaría es un constante suceder de claroscuros que nunca dejan indiferente a todo el que deba vivir determinadas situaciones, aunque sí debo admitir que con el paso de los años, uno se vacuna involuntariamente, y no se deja trastocar por hechos que al común de los mortales le supondría un peso duro de soportar. No se trata de ser “un hombre duro”, sino que la reiteración de determinadas situaciones hace que la gente que trabaja en comisaría pueda parecer indiferente frente a los casos que se le plantean, cosa que no es así, aunque lo pueda parecer en muchas ocasiones. Esta aparente frialdad o carencia de emociones es lo que ayuda en muchas ocasiones a llevar los casos como se debe. Si los afectados nos contagiaran en cada ocasión sus emociones, saldríamos cada día del recinto policial con pistola en mano y disparando a todo lo que se moviera.



Pero aquí no nos vamos a ocupar de lo que nos irrita o entristece. Nos merecemos algo mejor. Y por esto, he rebuscado en los archivos para dar con los casos más sorprendentes y llamativos que creo pueden interesar al lector.

Hace pocos días se presentó en comisaría un ciudadano de Mali, bastante angustiado. Acababan de robarle un bolso con 14.600 dólares USA. Todo ocurrió mientras estaba en plena oración. Yo empezaría a plantearme la existencia de Dios, en el caso que nos ocupa, la existencia de Alá. Y peor lo tienen los musulmanes con sus cinco rezos diarios. No tenemos pruebas de momento, pero nos da la impresión de que el autor del robo debe de ser un correligionario, más que nada por el lugar en que ocurrió, una zona frecuentada mayoritariamente por seguidores del Islam.



Llegada la noche, sobre las 21:15, aparece un inglés borracho como una cuba. Dice que no sabe dónde vive. De momento, la policía está dotada de armas pero no de poderes paranormales que les permitan adivinar la procedencia de la gente con sólo tocarla.
Con la lógica y coherencia que caracteriza a las personas en estado ebrio, el británico sale de comisaría tal y como ha venido. Lo peculiar del caso es que al rato regresa tras haber ido a comer a un restaurante, y se queda a dormir en las dependencias policiales. Como no molesta y por lo visto es una práctica habitual entre los borrachos extranjeros (los thais huyen de las comisarías como los gatos escaldados huyen del agua fría), se le deja que duerma la mona.

La generosidad no conoce límites. Hace unas semanas apareció un ciudadano estadounidense con dos chalecos anti-balas. Se trataba de un ex – oficial de policía que quería donar las prendas a los agentes tailandeses. Dado que es prácticamente imposible que un policía tailandés rechace un regalo, ahí se quedaron los chalecos. ¿Tan necesitada vio el hombre a la fuerza de orden siamesa? Porque lo cierto es que estos chalecos pesan lo suyo y ocupan bastante espacio en las maletas.

Paseando por las dependencias policiales, veo en un trastero un gran paquete con un montón de cartoncillos negros. “Es un millón de dólares” me dicen. ¡Extraño lugar para dejar semejante suma de dinero! Realmente se trata del “botín” incautado a un grupo de africanos dedicados a las estafas. Estos individuos centraban su actividad en el timo de los billetes tintados, un engaño tan antiguo como el de la estampita, y que no conoce fronteras. Para el que no lo conozca, lo resumiré brevemente. Se presentan uno o dos africanos con aspecto impecable de hombres de negocios, y entablan conversación con su potencial víctima en un lugar como puede ser el lobby de un hotel o un restaurante. Tras ganarse su confianza con el paso del tiempo, que pueden ser meses, le proponen un estupendo negocio que hace perder la razón a cualquier avaricioso. Por cuestiones político-económicas de su país, se han visto obligados a sacar de su país una suma importante de dólares. Para hacerlo de forma ¿disimulada? Los han impregnado en una tinta negra especial que los hace indetectables en los escáneres de los aeropuertos. Para su limpieza se emplean líquidos también especiales y caros. Para acabar de convencer al primo de turno, lo llevan hasta su habitación, y ante sus ojos, efectúan la prueba definitiva. Cogen uno de los billetes tintados y lo limpian, convirtiéndose el cartoncillo en un flamante billete de 100 dólares. Como prueba de buena voluntad, y con el fin de que no existan dudas sobre la autenticidad de la moneda, se la entregan y le invitan a que vaya a un banco a cambiarlo. Dicho y hecho. Si el banco acepta el billete, no cabe duda de que los africanos tienen en su habitación una fortuna. El avaricioso está ya convencido. Pero los truhanes tienen un pequeño problema, se les ha acabado el líquido especial para limpiar billetes. Éste cuesta unos miles de dólares. Ni cortos ni perezosos, le piden el montante al primo con la promesa de compartir el dinero una vez limpiado. Reciben la suma, y como prueba de buena fe, le dejan al ingenuo el paquete con el millón de dólares. Como es de esperar, los africanos no vuelven a dar señales de vida, y el primo se queda con un montón de cartulinas negras, y una mala hostia que no le cabe en el cuerpo, supongo.
Parece increíble, pero sucede a lo largo y ancho de nuestro planeta. Todos queremos dinero rápido y fácil, pero parece inverosímil que haya gente tan ingenua, gente que no parece tonta en absoluto pero a la que la avaricia le anula el raciocinio.
Lo bueno del asunto, es que muchos se atreven a denunciar el hecho. Y claro, en comisaría, se les ve incrustado en el capirote un enorme neón multicolor parpadeante que reza: “Soy un tonto del culo”. Vivir para ver.



Allá por donde vaya me encuentro con muchos suecos, y Bangkok no es una excepción. A veces me pregunto si en Suecia queda algún sueco. Al margen de beber cantidades considerables de alcohol, los suecos no son excepción y son amantes de la amplia oferta sexual de la noche bangkokiana. Claro que cuando uno mezcla alcohol y putas, el resultado no siempre es el esperado, y eso lo sabe bien la policía tailandesa.
Hace un par de días se presentó un sueco a formular una denuncia por haber sido objeto de un robo por parte de dos hetairas que había tenido a bien invitar a sus aposentos. Craso error, nunca hay que llevar putas a la habitación del hotel. La cuestión es que el denunciante afirmó haber sido drogado mediante alguna droga que le mezclaron en la bebida. Todo un clásico. Supongo que el litro de vodka que se metió entre pecho y espalda no tuvo nada que ver. Yo lo entiendo, de alguna manera hay que justificar la enorme cogorza y sus consecuencias. El pobre hombre, además de no haber consumado, se quedó sin dos móviles, dos cadenas de oro, el anillo de CASADO y un reloj. Para hacer el trance más llevadero, el escandinavo venía acompañado de un amigo que era el que se ocupaba de relatar el percance. Por lo visto, además de los objetos de valor, le habían quitado el habla.

Los borrachos, descerebrados y demás gente de vida extraña, son aficionados a visitar las comisarías. Tal vez en éstas encuentren refugio de la dura vida callejera. La cuestión es que por aquí pasa todo tipo de elemento.
El último en “agraciarnos” con su visita fue un inglés que en estado totalmente ebrio y adicto a diversas drogas, apareció de pronto en la oficina afirmando que no sabía quién era ni dónde vivía, además no portaba ni teléfono, ni pasaporte, ni nada que pudiera identificarle. Interrogado, confundía las fechas y no sabía ni dónde estaba, pero había llegado al puesto policial por gracia de …… (rellene el lector lo que le venga en mente). Por lo menos sabía que era inglés, un buen punto de partida para contactar con la embajada. Realizadas varias gestiones, se nos aseguró que la madre iba a llegar en dos horas y media. Eso es puntualidad británica, y lo demás son tonterías.

Extrañas situaciones se viven en todas las comisarías del mundo. Sin embargo, lo que más me ha llamado la atención desde que estoy en una comisaría thai es la carencia de medios materiales. Me parece asombroso que se sigan realizando las denuncias y demás trámites a mano, como los antiguos escribanos de la edad media. No es que no haya ordenadores, que los hay, pero la tradición se impone hasta ese punto. No me extraña que a la hora de tomar una denuncia, los agentes pongan cara de: “ya me toca otra vez escribir algo que no va a servir para nada”.


Así son las hojas de denuncias, a mano.

Ayer vi a un individuo esposado, con la camiseta manchada de sangre, y con aspecto de haber pasado una noche en el hotel gratuito que tengo al lado de la oficina. La explicación la pueden encontrar más abajo.



Se encuentran un marroquí, un tunecino y un árabe. El primero le dice a los otros dos que ha sido timado por un argelino, el segundo hace lo mismo y así el tercero. Deciden buscar al argelino. Lo encuentran y le dan una paliza que casi lo matan. No es un chiste. Pasó ayer.