25.8.14

Un día en comisaría 8

 
Ya estoy acostumbrado a que la gente me mire en el metro con el uniforme en Bangkok. Echan un ojo al cinturón, a la chaqueta, al polo, o al maletín y ciertamente les choca que alguien que no es de su nacionalidad ni de su raza porte las insignias que porto. No sé lo que piensan. Sí sé lo que piensan muchos “farangs” (occidentales). Unos nos confunden con los voluntarios de la “Tourist Police” que se suele ver por Pattaya y Phuket paseando por las calles, y nos odian, ya sea por envidia o porque en sus venas corre el odio por la policía en general. Otros, los más clarividentes, nos preguntan acerca del medio para poder formar parte de nuestro grupo. Lo primero que les explicamos es que nosotros no patrullamos, somos ratas de oficina. Nuestras salidas de la comisaría son esporádicas, ya sea para una investigación puntual donde hace falta alguien que se haga pasar por turista o porque debemos ir hasta los juzgados por algún caso en particular. No, no llevamos porra, ni linterna, ni grilletes, ni un cinturón sobrecargado, eso lo llevan los que van con nosotros. Como mucho, portamos un móvil con el que tomar algunas instantáneas y, obviamente, comunicarnos.

 

[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="Fachada de la comisaría. El NO a las drogas es un mantra en el país."]no a las drogas tailandia rumbo[/caption]

Los voluntarios de la “Tourist Police”, por lo que he podido saber, son antiguos agentes de policía jubilados (los mandos) que han fijado su residencia en Tailandia, y los agentes son jóvenes recién llegados que en muchos casos no hablan el tailandés pero tienen mucha voluntad y hablan otros idiomas. Dado que son voluntarios, no reciben remuneración alguna, y si la percibieran, sería ridícula si consideramos que un oficial de policía tailandés recibe 300 € al mes.

Recientemente, gracias a una reconocida labor de años al pie del cañón, muchos hemos pasado a depender no sólo de la Policía Nacional de Tailandia sino también de Interpol Tailandia, lo que nos da acceso a un abanico más amplio de recursos y conocimientos, al margen de las ventajas intrínsecas al puesto que se ocupa. ¿Somos agentes secretos de Interpol? NO. ¿Cobramos mucho? Una barbaridad.

 

[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="A su servicio."]tailandia policia rumbo tailandia[/caption]

Una de las facetas con las que me encontré en la comisaría fue la de profesor de inglés. Todos que sabemos que el denominador común de las policías del mundo es la carencia de conocimientos idiomáticos. No nos engañemos, el que es policía no ha nacido para ser filólogo y viceversa, para eso está el cuerpo de intérpretes que forman parte de la estructura del estamento policial.

Los policías tailandeses tenían mucho interés en conocer el idioma de Shakespeare, pero no por por ampliar su cultura, sino por algo mucho más prosaico. No tardé mucho en percatarme de ello cuando oí las primeras preguntas que querían aprender en inglés.

 

Lo cierto es que conocimientos básicos los tenían. Sólo había que depurar las frases. Mi función era la de pasar de thai-english a english de verdad. Las primeras sentenciás eran del tipo “la multa son x bahts” hasta “ yo soy policía y te puedo ayudar”. Mi función ya fue más allá del mero maestro a la de auténtico extorsionador con estilo. Me explico. La frase que me ponían como ejemplo era del tipo: “Son 2.000 bahts. ¿OK?”. En ese momento tenía que intervenir yo y explicarles vehementemente (ya me sentía amo de la situación) que una multa no es un trato, NO SE PUEDE PONER OK AL FINAL. No es un mercado, no hay regateo posible, una multa es una multa. Los dos agentes se miraban y asentían diciendo que el tipo (yo) tenía razón.

 

[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="COPS, la revista del buen policía tailandés."]revista cops tailandia rumbo tailandia[/caption]

Si se extorsiona, hay que hacerlo bien, no tiene que parecer un atraco. Y así seguimos con frases que me da vergüenza reproducir. La cuestión es que tienen una voluntad real de aprender inglés, pero enfoncándola hacia un objetivo muy concreto. Lo siento, no soy tan incosciente (o valiente) como Frank De La Jungla, como para ir denunciando las injusticias que se producen en este país. Soy un invitado y colaboraré en lo que ellos consideren oportuno. Mi función es la de apoyar a la policía tailandesa, por ello me dan las credenciales y lo que me tengan que dar, pero no por ello voy a dejar de ayudar a un extranjero en problemas, más bien lo contrario, a menos que sea obvio que ha infringido la ley local; y si es español y culpable, lo tendrá peor conmigo. La imagen d ela patria debe ser salvaguardada ante todo. Por mí, saben que la gente española es íntegra, y no puedo permitir que cuatro desgraciados mancillen la imagen del país, un país que goza, hasta hoy, del respeto de los tailandeses.

 

[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="¿No sabes dónde echar una cabezadita? Pues una comisaría tailandesa."]cabezadita en comisaría rumbo tailnadia[/caption]

Hay días que la quietud en la comisarías es absoluta, sin embargo hay jornadas que parecen interminables. Lo que menos se puede imaginar uno es que los problemas surjan por nimiedades como en el caso denunciado hace pocos meses. Resulta que un australiano alojado en el hotel Nana (suponemos que no venía por negocios) quería desayunar miel, pero hete aquí que los responsables de “food and beverage” de dicho hotel no contaban con los los gustos del canguro. Ni corto ni perezoso, y ante la falta del dulce líquido, rompe un plato. El personal del establecimiento, a su vez le parte a él la cara, dejándolo algo más que magullado. Se le aconseja que antes de interponer una denuncia, intente recuperarse un poco de sus heridas, y cuando su maltrecho rostro esté en condiciones, vuelva entonces a explicarnos esta adicción perturbadora que tiene por la miel.

[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="El lobby antes de pasar a las "habitaciones"."]puertas celdas prisión rumbo tailandia[/caption]

 

Hay un uzbeko que me tiene mareado desde hace un par de años. El tipo siempre anda por la comisaría como un fantasma errante por un antiguo castillo escocés. Entra por una puerta, sale por otra, sube, baja, y nadie le dice nunca nada. Cuando no está para ayudar a unas putas uzbekas detenidas por prostitución y/o robo, está para dar un chivatazo. Es una especie de confidente que va de buenrollista con la policía. Hoy ha venido para un mega chivatazo. Es de tal calibre que me está esperando en la habitación de los cristales tintados, una habitación donde los invitados suelen sentirse muy incómodos. Nos informa de que una compatriota suya vende en un apartamento del soi 4 de Sukhumvit medicamentos más falsos que un euro de madera.

 

Es todo muy confuso. Y traducir cosas inverosímiles de inglés con acento uzbeko a tailandés se hace complicado por momentos. Paso a paso nos vamos aclarando. Los clientes son solo uzbekos, punto uno. También es posible que venda drogas, punto dos. En ocasiones ha visto que la uzbeka inyecta una sustancia a chicas que se quedan la noche allí, en el piso de la farmacéutica, punto tres. Prosigue afirmando que hace un par de meses falleció una chica uzbeka en el piso inferior por culpa de esta mujer. Tomamos nota de todas sus afirmaciones para comprobarlas. Realmente, no estamos totalmente seguros de sus aseveraciones. Es obviamente una venganza del tipo contra esta mujer, pero que nos puede resultar de utilidad, si podemos dar con una farmacia clandestina.

[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="Manual para interrogatorios eficientes"]manual interrogatorios rumbo tailandia[/caption]

 

El distrito policial de Lumpini cuenta con la dudosa honra de incluir bajo su jurisdicción el Nana Entertainment Plaza (NEP) y zonas aledañas, donde se mueve una parte importante de la prostitución y del menudeo de estupefacientes, dirigido todo al visitante ocasional y algún adicto a la zona. Es por ello que la mitad de faltas o delitos están relacionados con este submundo de falsa alegría y diversión. El barrio cuenta asimismo con numerosas legaciones diplomáticas, y en ocasiones, los dos mundos se encuentran.

 

Hace unas semanas, un diplomático afgano (sí, los que son muy religiosos) acudió a la comisaría acompañado de una señorita empleada de un salón de masajes (de los guarros, pero no por la higiene) por un altercado que se había producido mientras la damisela le prestaba sus servicios. Nadie se aclaraba con certeza del origen del desaguisado, pero una cosa estaba clara, si el representante de la República Islámica de Afganistán le daba más dinero a la puta, todo quedaba solucionado. ¡Inshallah! Cada uno en su casa, y Alá en la de todos. En Tailandia se arregla todo con dinero, siempre que sea el extranjero el que hace la entrega, claro está.

 

[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="Reconstruyendo un accidente en 3D."]reconstrucción accidente rumbo tailandia[/caption]

Sin embargo, en contadas ocasiones, puede ser al revés, pero en cuantías inferiores. Recuerdo el día en que a un compañero le llega a comisaría un alemán pidiendo limosna. Algo extrañado, le da 200 bahts a cambio de su DNI. A las pocas horas, saliendo de patrulla, lo ve bebiendo cervezas en un bar del Nana Plaza. No le dice nada, pero al día siguiente nos enteramos de que le ha estafado 2000 bahts a una chica. Lo más granado de cada país acaba pasando por Tailandia. Es lógico que luego, por culpa de elementos como éstos se recrudezcan las leyes de extranjería.

 

Cada día, más bien noche, que voy a la comisaría, sigo el mismo ritual. Entro, saludo al personal, me instalo en mi mesa, enciendo el ordenador, compruebo que mi tablet se ha conectado a la red, saco la bebida y los donuts, hojeo el registro de actividades de los intérpretes y me doy una vuelta para ver si hay alguna novedad. Me detengo en especial en la pizarra dónde se inscriben los nombres y nacionalidades de los detenidos que hay en ese momento. Si no entiendo bien lo que se ha escrito a mano, cosa frecuente, se lo pregunto al guardián de las mazmorras.¿Hay algún farang?” pregunto. Si la respuesta es afirmativa, inquiero un poco más y pregunto por la nacionalidad. Si son anglosajones, no me interesan mucho. Incido en el tema y pregunto por el delito. Si es algo interesante o si el detenido es de algún país latino, entonces pido que me abran las puertas para hablar con ellos.

 

[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="El tablón con los arrestados del día en la comisaría."]El tablón con los arrestados del día en la comisaría. rumbo tailandia[/caption]

Un día, no hace mucho, me encontré a un anciano italiano al otro lado de los barrotes. ¡Abuelo! ¿Qué ha pasado? le pregunté. Se levantó del suelo de madera (las celdas cuentan con un parquet que no he visto ni en las mejores casas) y se acercó hasta los barrotes. “Pues que pensaba que podía estar tres meses pero sólo podía 30 días” me respondió con la voz algo temblorosa. “¿Y qué más?” insistí. “Pues vendí todo lo que tenía para pagar la multa, pero como no tenía bastante, fui a la Embajada de Italia, que está aquí al lado, a pedir el dinero que me faltaba pero no me lo dieron”. “Ya veo, ya. Me voy un momento y ahora vuelvo” le dije porque algo no cuadraba. Los presos tienen la mala costumbre de no contarlo todo, siempre se quedan para ellos ese pequeño detalle que es la clave de todo. Busco al oficial de guardia y le pregunto por el anciano. “Uuuh …” es lo primero que obtengo por respuesta. A ver si ahora el venerable hombre de pelo cano es un asesino en serie … .

 

Resulta que el hombre, tras la negativa de la legación diplomática italiana a facilitarle ninguna suma de dinero, se fue a comprar gasolina y un mechero, volvió a la embajada y en la misma puerta se echó el líquido inflamable por todo el cuerpo y amenazó con prenderse fuego a lo bonzo si no le prestaban ayuda. La ayuda llegó de inmediato en forma de hombres vestidos de marrón. Con la versión completa de los hechos, regresé a las mazmorras. “¡Abuelo! Usted se ha olvidado de contarme un par de cosas …” le dije con cierta mirada inquisidora. “Ya … bueno … sí … se me fue un poco la olla”, me decía balbuceando.
¿Está bien, le hace falta algo?”, le pregunté tras haber charlado un rato sobre sus actividades en Tailandia. “Mis medicinas. Soy diabético y tengo que tomarlas ahora”.

 

[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="Vigilar a los presos y ver el fútbol es compatible."]vigilancia y fútbol rumbo tailandia[/caption]

Enseguida saltan las alarmas para mí. Esto es Tailandia y sé cómo funcionan las cosas. En España un preso pide un médico y a los 10 minutos ahí lo tiene, en Tailandia no se pregunta nada ni se leen derechos hasta que ha pasado mucho tiempo. Me dirijo al guardián del calabozo y le pregunto por las medicinas del hombre, del único “inquilino” del momento. Parece que lo acabo de despertar y no sabe ni de qué le hablo. Pido ver sus pertenencias por si allí encuentro algo. Nada. Voy al oficial de guardia y le expongo la gravedad de la situación. No parece inmutarse mucho hasta que le digo que el viejo se va a morir en menos de dos horas si no le damos sus medicinas. Y parece que no le apetece tener un muerto en las celdas durante su turno. Los conozco y sé hasta donde puedo apretar. Cuando ingresó era otro el oficial que estaba al cargo, por lo tanto hay que localizarlo. Mientras tanto vuelvo con el viejo y le digo que han guardado a buen recaudo sus pertenencias y que están abriendo la caja donde se encuentra su bolso, es lo que se llama una mentira piadosa.

 

[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="Aunque seas misionero, puedes acabar tras los barrotes."]misioneros tailandia rumbo[/caption]

Tras un ir y venir, aparece un oficial de paisano con el pequeño bolso marrón del italiano. “Muchas gracias, el hombre está muy mal y necesita sus medicinas” le digo, aunque realmente el hombre estaba la mar de bien en su celda de 20 para él solo. “¿Qué hago con el bolso luego? ¿Se lo devuelvo? ¿Se lo doy al guarda de la puerta?” pregunto inocentemente para seguir el protocolo como si estuviera en España. Haz lo que quieras …” recibo como única respuesta. Pues nada, que se quede el bolso el viejo. Mientras le traigo más botellas de agua, lo veo trasteando con un móvil (sí, aquí los detenidos también tienen móvil). “Estoy intentando contactar con unos amigos, que uno es policía (todo el mundo tiene en Tailandia un pariente o un amigo policía que no suele servir para nada), pero parece que no hay señal”, me dice. Miro un poco y le digo que señal hay, lo que no hay es saldo.

 

Me da el número y contacto con esta pareja de amigos. Les explico la situación. Parece que se van a acercar. De todos modos, el italiano me pide el móvil para poder hablar con ellos. Es algo que me parece que está fuera del reglamento de cualquier comisaría del mundo, pero esto es Tailandia. ¡Qué caray! Que hable el pobre aprendiz de hombre antorcha. Acabada la conversación, me devuelve el teléfono. Al mismo tiempo saca unos billetes de su bolsillo. “Tenga, tenga, por las molestias y el uso del teléfono”, me dice. “No, por Dios, no hace falta, muchas gracias” le insisto. Pero luego … ¡Qué caray! ¡Estamos en Tailandia!

 

[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="0,5 gramos de heroína. Cárcel garantizada para una larga temporada."]heroína tailandia rumbo[/caption]

No tengo mujer ni hijos, ni nadie a quien proteger en Tailandia, salvo a mí mismo. Veo muchas cosas que harían las delicias de muchas ONGs como Amnistía Internacional, pero soy sensato. El día que no deba volver a pisar este bendito país, pues entonces tal vez escriba algo al respecto, pero mientras tanto, chitón. Más que nada porque tendría todas las de perder por muy justa que fuera mi causa, y me encontrarían aunque me escondiese en el Fondo de la Jungla.