UN DIARIO POLÍTICAMENTE INCORRECTO DE MIS PERIPLOS POR EL SUDESTE ASIÁTICO
30.8.13
Un día en comisaría 7
Hay días en los que la comisaría parece un mercadillo. Es más que notorio que Tailandia es un paraíso para las falsificaciones, hoy en día tal vez un poco menos. La cuestión es que de vez en cuando, la policía tiene que cumplir con el papel que les asignan sus superiores políticos, y hacen pequeñas redadas entre los puestos que se dedican al dudoso arte de copiar las propiedades ajenas. Desconozco el criterio empleado para seleccionar un comerciante u otro, supongo que es en función de su “aportación mensual” al bienestar del funcionariado tailandés.
[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="¡Atentos!"][/caption]
Cuando veo hombres trajinando enormes bolsas de basura por dentro de la comisaría, me digo “tate, hoy hay feria”. Es como si ese día fuera el día de Reyes, y aunque no vengan en camellos, sí vienen de Oriente.
No quiero que se interpreten mal estas palabras. El producto de estas incautaciones no son un botín que va a ser repartido entre una banda de piratas sin escrúpulos, pero si ese día no tengo una película para ver en casa o me he olvidado las gafas de sol, pues el autoservicio ahí está.
[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="Día de feria. Bolsas con el material requisado."][/caption]
El turismo procedente de países árabes es más numeroso de lo que pueda parecer. El hecho de que no vayan a la playa (ya van servidos de arena en sus países), su aversión hacia el sol y la inimaginable estampa de una mujer árabe en bikini, hace que los lugares que frecuentan no coincidan con los que los españoles visitan. Por otra parte, su presencia no es bien recibida por la inmensa mayoría de gogo-bars que los considera personas “non gratas”, no por una cuestión racial sino por mantener una actitud no acorde a las normas de estos locales. Por lo visto, todas las prohibiciones que tanto defienden en sus países, como el consumo de alcohol, no las consideran oportunas en otros países. Una vez más, nos encontramos con turistas que hacen lo que nunca harían en sus respectivas adoradas patrias.
Aquel día de diciembre, un ciudadano proveniente de los Emiratos Árabes Unidos, amanece entre rejas. Había sido detenido la noche anterior en el soi 5 de Sukhumvit por pelearse. El problema es que se peleaba consigo mismo o con sus fantasmas. No había nadie, pero lanzaba puñetazos al aire. Interrogado, afirma que se defendía de ataques. De nada sirve intentar profundizar, insiste en que no se peleaba con nadie pero que se defendía. ¿Podríamos calificarlo de ataques preventivos? Se redacta el informe, pero se niega a firmarlo porque considera que es injusto. Aquí no hay nada justo ni injusto, son unos hechos que se exponen, tampoco va ser juzgado. tal vez quería que sus fantasmas fueran detenidos. Esta gente no está acostumbrada al alcohol, y cuando lo ingieren, obviamente, no les sienta bien.
[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="Si no tienes para la fianza, te podemos ayudar en comisaría mismo."][/caption]
El mismo día, el alcohol sigue haciendo estragos. Un varón de raza finesa, acude muy apurado a la comisaría. Quiere confesar. Vista la situación, nos aprestamos a escuchar al hombre en espera de resolver algún crimen insoluto desde hace años. Afirma oír voces. Mal empezamos, pero ya que estamos, vamos a ver qué le dicen las voces. Es un violador, y desde el Más Allá le urgen a que se entregue a la policía, por si ésta tiene preguntas que hacerle. La única pregunta que tengo es desde cuándo ha dejado la medicación. Haciendo la labor de psicólogos de saldo, lo escuchamos hasta que se le dice que no consta ninguna denuncia por violación, y que por lo tanto, puede ir en paz. Amén.
Los musulmanes dan mucho juego. Su particular visión del mundo entra en conflicto con la realidad del siglo XXI, y ello se hace patente con cierta frecuencia en la comisaría. Algunos se creen que su policía islamista, que vela por sus costumbres, no tiene límite en cuanto a jurisdicción, pero afortunadamente, los talibanes y sus acólitos se circunscriben sólo a ciertos territorios de ciertos países, no en Tailandia, por lo menos de Pattani hacia arriba. Pero eso parecía no entenderlo un padre de familia que quería denunciar a su hija porque “va por los bares y habla con hombres” (sic). El hombre es un libio casado con una tailandesa desde hace 21 años. En ese tiempo debería haberse dado cuenta que su hija ya era mayor para hacer lo que hacía, pero se ve que la caída de Gadafi y la subida al poder de islamistas lo envalentonó. Continúa argumentado que lo que hace su hija va contra el Islam, y que debemos apresar a su hija y enviarla a Libia o Petchabun (provincia tailandesa donde residen). Parece que el hombre tiene una disfunción espacio-temporal, y estamos en la obligación de explicarle que ni esto es Irán ni somos la policía islámica. No se queda nada satisfecho, y sale, suponemos, en busca de la hija que “va por los bares hablando con hombres”.
[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="Ellas son ELLOS"][/caption]
Los hindúes son otro grupo étnico importante en Tailandia, tanto los descendientes de las grandes migraciones de hace dos siglos, como los turistas u hombres de negocios.
Un día, se presenta una familia numerosa (adjetivo consustancial a los hindúes) a denunciar al “caput familiae” que los ha dejado a todos plantados en Tailandia sin nada y se ha vuelto a la India. Hacemos las gestiones pertinentes con el departamento de inmigración para comprobar si realmente el sujeto ha salido del territorio tailandés. Una vez comprobado, se deriva a la señora con toda su prole hacia la embajada, que será la encargada de tomar las medidas oportunas, que no pueden ser otras que retornarlos a su país de origen.
A los dos días, otra mujer hindú acude a las dependencias policiales para denunciar que ha sido abandonada por su marido, algo frecuente si uno conoce Tailandia y las tailandesas. Concretamente, la mujer indica que su marido ha huido, una sutileza que puede explicar muchas cosas. No es lo mismo abandonar a alguien que huir de alguien, en el segundo caso, se presupone que el individuo está retenido, ya sea física o mentalmente. Por ello, la mujer, sin pretenderlo, desvela que la vida que le daba a su marido era como para huir.
En la misma semana, un grupo de doctores hindúes se presenta preocupado en la comisaría a las siete de la mañana en busca de un colega desaparecido la noche anterior. Hay que señalar que la desaparición (y posterior reaparición) de varones en la noche bangkokiana es algo harto frecuente, no hay estadísticas, pero supongo que supera la media mundial, y el que conoce la ciudad entiende bien el porqué. Se les pregunta a los galenos sobre el aspecto de su colega desaparecido en combate. No tardamos en resolver el caso. El alegre fornicador había pasado parte de la noche en las dependencias policiales, no como detenido pero sí como “hombre desorientado”.
[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="Para servir a la población"][/caption]
Algo que llama la atención cuando uno aterriza en Bangkok es el ruido. El tailandés es silencioso por naturaleza. Nunca oirás a un thai gritar. Incluso cuando hablan por teléfono, parece que sólo mueven los labios sin emitir sonido, algo que se contrapone a nuestra costumbre de gritar más cuanto más lejos esté el interlocutor olvidándonos de que la tecnología es la que amplifica nuestra voz que no requiere de esfuerzos complementarios.
Pero la ciudad es ruidosa, muy ruidosa. Desconozco la posición que ocupa Bangkok en el ránking de capitales con más contaminación acústica, pero apuesto a que está e la parte superior de la tabla.
Uno de los elementos que más contribuye a este deterioro de la calidad de vida en la Ciudad de los Ángeles, son los hombres con silbato. Y no me refiero a los guardias de la circulación sino a individuos a los que se les ha dado un uniforme y un silbato, y se les ha puesto a la entrada de cualquier edificio para “ordenar” la entrada y salida de vehículos del mismo. Hoteles, centros comerciales, edificios de oficinas, condominios, etc, tienen a sus hombres del silbato. El problema surge cuando pasear por Bangkok significa oír una sinfonía de silbatos a muy poca distancia de tus oídos. Mucha gente se ha quejado de ello, todos extranjeros porque los thais están educados para no protestar. Por prensa, internet y otros medios se ha intentado concienciar a los responsables sobre la inutilidad de estos hombres que durante horas casi sacan los pulmones por el artilugio. Podrían realizar la misma labor en silencio haciendo señas con alguna suerte de antorcha o similar. Algunos hoteles lo han entendido y han retirado a estos enviados de Satanás. Basta poner en Google “whistle Bangkok”, y entender la magnitud del problema.
[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="¡SILENCIO, por favor!"][/caption]
Todo este discurso viene a raíz de una denuncia cruzada que se interpusieron un holandés y un hombre-silbato, una historia algo surrealista por su desenlace. La génesis de todo este embrollo tiene lugar en el exterior del centro comercial Terminal 21, en la parte que da al soi 19 de Sukhumvit. Esa tarde, el extranjero estaba en compañía de un amigo japonés cenando en un restaurante próximo. El continuo y estridente sonido del silbato estaba arruinando su velada hasta alcanzar la exasperación. Tomó la osada decisión de hacerle saber al tailandés que sus esfuerzos por hacerse oír en todo Sukhumvit superaban los límites de lo racional, sugiriéndole que siguiera pero bajando el volumen porque la efectividad iba a ser la misma y los oídos de los transeúntes iban a agradecerlo. El hombre se tomó estas sugerencias como un ataque hacia su persona y su trabajo, y antes de llegar a las manos, se presentó la policía, aficionada a frecuentar la zona en busca de “farangs” que fuman cosas que no son Marlboro.
Se embarca a todo el mundo en dirección a la comisaría, en ese momento el hombre ya no pita. Como es habitual, el asunto se arregla dándole una propinilla al hombre mancillado. Pero ahora comienza la pesadilla para los osados extranjeros que habían perturbado la pacífica existencia de un ciudadano thai (y su silbato, también thai). Los agentes les solicitan los pasaportes a los dos incautos. ¡No lo llevan encima! Craso error si se entra en una comisaría. Ahí es donde los policías thais saben que pueden hincar el diente. Es un error muy común y muy comprensible no llevar encima un documento que en caso de pérdida puede traer muchos dolores de cabeza. Pero la Ley es la LEY, y está de parte de la policía en este caso. Pánico en comisaría. El farang consigue contactar con alguien que le va a traer el pasaporte, pero su acompañante, el nipón, no. Si no hay pasaporte, se pasa a la casilla siguiente sin necesidad de tirar los dados: LA CÁRCEL. El holandés recibe su pasaporte y se comprueba que todo está en regla, sin embargo debe pagar una multa de 1.000 bahts (25 €) por no llevarlo en su momento. El hombre se indigna por haber sido maltratado y encima verse obligado a pagar una multa. Para más inri, no quiere firmar la denuncia ya que no se indica que en el momento en el que estaba en el soi 19 no se le pidió el pasaporte y fue sólo en comisaría cuando se le requirió. Se marcha clamando venganza porque es amigo de un amigo que es general (no especifica, no especifica si Patton o Mac Arthur).
[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="Tomando declaración"][/caption]
Hasta la fecha, sólo había tenido noticias del FBI a través de la pequeña pantalla. Los agentes de la agencia federal eran para mí personas con superpoderes que analizaban el ADN en 3 minutos y lo cotejaban en 30 segundos. Pero gracias a mi privilegiado puesto, he podido descubrir la triste realidad, son humanos. Hace unas horas, llegaba la denuncia de una agente del cuerpo americano señalando que había sido asaltada y robada por un taxista. El hombre no sabía dónde se metía. La cuestión es que en un pispás tenemos la comisaría ocupada por seis agentes del FBI preocupados por lo sucedido a su compañera de faena. No es frecuente, pero en un tiempo récord se da con el taxista, se toma su casa (lo de los permisos judiciales es ciencia ficción en Tailandia) y se encuentran las pertenencias robadas a la federal. Hola y adiós. Un caso visto y no visto. Mutismo total es lo que sigue.
El idioma es una barrera para entenderse, por eso estamos los intérpretes. Pero la salud mental es una barrera aún mayor, y ahí es donde nos encontramos con las mayores dificultades añadidas a las idiomáticas.
Un par de días después de Reyes, se presenta una mujer uzbekistaní con una historia que bien podrían tomar los hermanos Wachowski para un borrador de guión. Declara que estando en la habitación de su hotel, a las cuatro de la mañana, un hombre iraní entró en su habitación para ir al baño. No contento con hacer uso de un baño ajeno, se autolesiona y se marcha. Pasadas dos horas, alrededor de las seis de la mañana, el iraní regresa a la habitación de la mujer acompañado de la policía acusando a la uzbekistaní de ser la que le ha producido las lesiones y que además le ha robado, no el corazón, precisamente, sino una cantidad indeterminada de dinero. La mujer plasma su relato en una carta negando los hechos y dando su propia versión de lo sucedido. En vista de que es su palabra contra la del otro, se opta por una retirada prudencial, dándole a la mujer el número de la comisaría por si el hombre vuelve a aparecer por su cuarto, invitándola a para plasmar sobre un documento oficial toda la aventura nocturna. ¿Alguien ha entendido algo? Yo tampoco.
El número de indigentes y trastornados mentales occidentales en Tailandia va en aumento años tras año, al ritmo que crece el turismo.
El último caso que recuerdo es el de un británico que se presentó en la comisaría procedente de la provicnia de Trang, a unos 700 kilómetros de Bangkok. El hombre, con trastorno bipolar, había sido atracado y no llevaba nada encima. Los lugareños le habían ayudado para que llegara hasta la capital. Nuestra comisaría es la más próxima a las principales embajadas, y toma los casos de los extranjeros que requieren de la documentación necesaria para presentar en la legación diplomática. El hombre da más pena que otra cosa. Tras facilitarle el papeleo que le requerirán para ser repatriado, se llama un taxi para enviarlo a alguna pensión hasta el día siguiente.
[caption id="" align="aligncenter" width="450" caption="No importa a qué hora, siempre a su servicio."][/caption]
Y así, día tras día, veo desfilar lo peor de cada casa, sin embargo, la satisfacción de poder ayudar a gente que se siente totalmente perdida en un mundo que pasa de paraíso a infierno en fracciones de segundo, es realmente reconfortante.
9.8.13
Los barrotes de Phuket
La policía tailandesa tiene cierta fama de dura, una fama que no estoy en posición de discutir si es merecida o no. Lo cierto es que intentar establecer comparaciones, en este aspecto, con un país occidental se hace harto difícil. Podríamos decir que son equipos que juegan en ligas diferentes, con una formación diferente, con medios diferentes, y unos fines diferentes. De lo que no cabe duda, es de que goza de un respeto, que casi raya el temor. El estatus social de un representante de la Ley en Tailandia difiere ciertamente del que puedan tener en España, donde mucha gente ha perdido completamente el respeto por la autoridad, sea ésta la que sea. Esta falta de formación moral entre muchos jóvenes españoles les puede llevar a situaciones en las que se creen que si se comportan de una manera frente a las fuerzas de orden público en España, pueden hacer lo mismo en todo el mundo.
[caption id="" align="aligncenter" width="500" caption="Comisaría de Karon Beach (Phuket)"][/caption]
En junio de 2013, estando en la comisaría, llegó a mis oídos que una pareja de españoles había sido detenida en Phuket. ya había oído hablar de algunos casos de españoles aparentemente “empastillados” que habían dado la nota por alguna zona de Tailandia como Phitsanulok y Chiang Mai, pero este caso me resultaba nuevo. Una gran parte de los extranjeros que se ve envuelto en problemas con la justicia tailandesa lo es por cuestiones relacionadas con las drogas. Sin embargo, éste no era el caso de esta pareja.
Las noticias que aparecían en la prensa local eran algo escuetas y no aclaraban mucho sobre las circunstancias que habían conducido a su detención, en otras ocasiones parecían contradictorias e inducían a confusión. Si bien desde nuestro departamento no tenemos un contacto diario con la Policía Turística, solicité una ampliación y aclaración de lo sucedido. Contacté con mi inmediato superior para que extra oficialmente se me informara de las circunstancias que habían llevado a estos compatriotas a estar detrás de los barrotes.
[caption id="" align="aligncenter" width="500" caption="David Antolín Velasco en la celda (Photo Lars Goran Dikander)"][/caption]
Según los datos que constan en el atestado policial del puesto de Karon Beach, David Antolín Velasco, de 35 años, y Mari Carmen Chia, de 33, en la noche del de 3 junio estaban juntos refocilándose en la playa. Habían dejado sus pertenencias sobre un ciclomotor cuando se percataron de que éstas habían sido sustraídas, supuestamente, por un individuo que por su aspecto parecía un travestí y había estado rondando la escena del delito, incluso grabando sus escarceos amorosos. No pudiendo darle alcance, se detuvieron a la puerta del hotel Golden Sand Inn, donde se encontraban dos guardias de seguridad. Sospecharon, por el simple hecho de que el supuesto autor de la sustracción se había detenido a hablar con los empleados de hotel, que éstos estaban compinchados.
Se enzarzaron en una discusión que llevó a David Antolín a sujetar a uno de los guardas mientras Mari Carmen le arrojaba a la cabeza una piedra de considerables dimensiones y que la policía estimó pesaba alrededor de cinco kilos. A resultas de la herida, el trabajador tailandés tuvo que recibir 12 puntos de sutura. Transferidos a las dependencias policiales, expusieron los hechos y de víctimas se transformaron en delincuentes. Fueron detenidos para pasar a disposición judicial. El hombre, en desacuerdo total con las medidas adoptadas por los agentes de turno, tomó una actitud agresiva librándose de los grilletes y causando destrozos en la comisaría, tanto en parte del mobiliario como en la celda. Permanecieron cerca de una semana bajo custodia policial, principalmente por carecer de fondos para pagar una fianza y por la acusación de intento de homicidio. Se hizo un juicio express y el veredicto del juez no se hizo esperar. Una indemnización de 12.000 bahts (300 euros) para el guarda objeto del ataque, y pena de cárcel para la pareja por un período prolongado a determinar.
[caption id="" align="aligncenter" width="500" caption="Mari Carmen Chía en el furgon policial"][/caption]
Obviamente, se pueden apreciar muchos fallos en todo este asunto por parte de los encausados. El primero de ellos es creer que la policía y las autoridades son como en España, y uno puede permitirse hacer y decir lo que le dé la gana sin que haya consecuencias. El segundo error cometido por estos españoles es dar por sentado que el pobre vigilante nocturno estaba involucrado, cuando éste declaró que el travestí se había detenido a ofrecerles sus servicios para marcharse a continuación. Tercer fallo, ser agresivo con la policía tailandesa. Te pueden buscar la ruina con una firma. Para salir airosos ante cualquier embrollo con las autoridades del país, se debe evitar llegar a la comisaría negociando un arreglo amistoso. En caso de no conseguirlo, seguir intentándolo en la comisaría, y sobre todo pidiendo mil excusas y perdón. Estoy cansado de oír en mi comisaría: “Esto en mi país no pasa, esto no es normal”. Efectivamente, no estamos en Occidente, y las cosas se hacen de otra manera. Lo primero es tragarse el orgullo y la chulería, cosa que David no hizo. Para más inri, se enfrentó a un montón de agentes y oficiales armados en busca de no sé qué, como mucho habría recorrido unos metros fuera de las dependencias policiales donde se habría quedado Mari Carmen. La reacción del chico español llevó a pensar que pudiera estar bajo los efectos de alguna sustancia estupefaciente, cosa nada aconsejable en un país donde el narcotráfico se castiga con la pena de muerte (si bien actualmente no se aplica).
[caption id="" align="aligncenter" width="500" caption="Foto de la pareja colgada en la página Facebook de Carmen"][/caption]
La última esperanza reside en “charlar” con el juez y exponerle bien la situación con un dossier que vaya en un abultado sobre marrón. Cada etapa en la que no se pone solución al problema supone un cero más en el cheque hacia la libertad. ¿Injusto? No estamos en Tailandia los extranjeros para especular sobre las formas en que funciona la Ley de un país que no es el nuestro. Lo único que debemos hacer es comprender el funcionamiento del Sistema y adaptarnos a éste. Si queremos hacer Justicia, ya tenemos España, y nos podemos apuntar a cualquier de las plataformas reivindicativas, de lo que sea, que aparecen como setas cada día en nuestra nación.
Esta pareja de jóvenes recordará toda su vida Tailandia el día que consigan salir del país, y si les quedan ganas de regresar, deberán esperar unos cuantos años hasta que las autoridades los hayan borrado de la lista negra en la que se inscribe a todos los infractores de la Ley en dicho país.
Realmente, las normas para tener una estancia tranquila y placentera en Tailandia son muy sencillas y comprensibles para cualquier ser humano con dos dedos de frente. Existen unos convencionalismos que no deben ser puestos a prueba como puede ser la docilidad y aparente tranquilidad de los asiáticos, en particular los habitantes de esta región del globo. Son buenos anfitriones para las visitas de corta duración que se comportan como es esperado. Los que se toman esta aparente laxitud de sus pobladores como una permisividad, en ciertos aspectos de la vida, están muy equivocados, como lo protagonistas de nuestra historia.
Muchas son las ocasiones en que oigo frases como: “aquí no pasa nada”, “tengo un amigo que es policía”, “el que me lo vende es hermano de un jefe de policía”, etc. Pero cuando ya están luciendo las pulseras plateadas que van por pares, ciertamente cambian de opinión, y todos los que les habían dicho que no pasaba nada, se esfuman.
Casi siempre, sentencio mis intervenciones policiales diciendo: “Tailandia no es España, muchacho”.